Los novilleros, ocho en una mala tarde, una frustración

Ocho toros son muchos toros para una tarde. Y si son novillos y además no dan demasiado juego, la estancia en la plaza se convierte en una tortura para todo el mundo. Fue lo que ocurrió ayer. La iniciativa, siempre elogiable, del empresario por ofrecer variedad en la feria, con dos aceptables ternas, una de rejones y una novillada, con el objetivo último y muy noble de dar una oportunidad a los jóvenes, acabó en esta ocasión, al contrario de lo que había ocurrido en años anteriores, en una auténtica frustración. Para los chavales, porque los animales, pequeños y sin temple, y su propia bisoñez no les permitieron el menor lucimiento. La espada fue una tortura para casi todos ellos. Y para el público, porque invertir cierta dosis de ilusión y tres horas largas de una tarde de fiesta en no ver nada resulta realmente agotador. Tanto, que hasta hubo deserciones, no sólo en la grada, sino incluso en el callejón. En fin, la feria pasa su ecuador con el buen sabor de boca de la primera corrida, la frustración de ayer y las mejores expectativas para hoy.