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Brando, símbolo de la generación de los 50

El carácter complicado del actor le creó más de un enfrentamiento, aunque esto no empañó su polifacética carrera

En una de sus caracterizaciones más brillantes, como Johnny Strabler

En una de sus caracterizaciones más brillantes, como Johnny Strabler

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Boquerini - madrid
León

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La desaparición de Marlon Brando deja a toda una generación, la de los años 50, sin uno de sus iconos más representativos. Actor de método, formado en el mítico Actor's Studio, accedió a la pantalla de la mano de Elia Kazan, que le había dirigido en el teatro, en 1951. Sus primeros trabajos en la pantalla supieron aunar sus dos principales características: el sólido actor representativo de la revolucionaria fórmula de interpretación del Actor's Studio, con películas como Un tranvía llamado deseo o Julio César , con el joven rebelde de chaqueta de cuero de ¡Salvaje! o el revolucionario de ¡Viva Zapata! . Con 30 años, cuando hizo La ley del silencio , ya se le consideraba el mejor actor de todos los tiempos. Encasillado al principio en personajes dramáticos, Brando supo rápidamente abrirse a todo tipo de cine: musicales, como Ellos y ellas , donde cantaba y bailaba, películas del oeste, aventuras y comedias. También dio el salto a la dirección con El rostro impenetrable , película que iba a dirigir Stanley Kubrick, con quien Brando entró en colisión, una constante que se repetiría varias veces a lo largo de su trayectoria, haciéndose cargo el propio actor de la dirección. Sin embargo, la realización no era su fuerte y no volvió a repetir. Con el tiempo fue espaciando sus trabajos y mostrando un carácter cada vez más difícil, lo que provocó que los directores optaran por no llamarle. Pero cuando parecía que el mundo se había olvidado de él, fue Francis Ford Coppola quien le rescató, primero con su breve pero significativa aparición en Apocalypse Now y, después, con El Padrino , película con la que volvió a demostrar que seguía siendo el mejor. Alejado de todos los convencionalismos (había rechazado el Oscar por El Padrino) , mandando en su lugar a una joven para que reivindicase las causas de los indios-, encontró en Europa, de la mano de Bernardo Bertolucci, el papel que buscaba desde hacía tiempo, en El último tango en París . De vuelta de todo, criticado por su vida amorosa, con once hijos de tres mujeres, se volcó con este trabajo de Bertolucci. Este personaje fue su último gran papel y una forma de despreciar, incluso con alguna escena de la película, todo lo que representaba el star system de Hollywood, principalmente a los nuevos ejecutivos, más preocupados por las cifras de las taquillas que por las buenas películas. Brando sólo saldría de su retiro para interpretar pequeños papeles meramente «alimenticios» y aún así, como en la que ha sido su última película, Un golpe maestro , realizada en 2001, volver a pelearse con los directores. En el cine estadounidense de hoy, Brando ya no tenía sitio. 1397124194

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