El bailarín pidió a su familia que nadie le viera una vez cerrara los ojos
Las cenizas de Gades parten rumbo al puerto de Cuba
El coreógrafo se fue en silencio, como dejó el baile, sin decírselo a nadie, sólo yéndose
Antonio Gades fue incinerado ayer en el crematorio de la Almudena de Madrid siguiendo el estricto guión que él dejó marcado antes de morir, en silencio y en la privacidad más absoluta, sin la presencia de su familia y sólo acompañado por miembros del cuerpo diplomático de Cuba, lugar donde se esparcirán sus cenizas. La disciplina de Gades era estricta. Y lo ha seguido siendo desde el momento en que ayer, sobre las cinco de la tarde, fallecía en Madrid, a los 67 años, víctima de un cáncer. El bailarín y coreógrafo dictó a su familia que nadie le vería una vez que cerrara los ojos. Hoy a las tres de la tarde, se esperaba el féretro con los restos mortales de Antonio Gades en un crematorio achicharrado por el calor y con un silencio roto sólo por el canto de las cigarras y los susurros de los reporteros y periodistas (pocos) que se acercaron hasta allí par poder tomar al menos una instantánea de lo que fue la última despedida del genial creador. A la hora esperada, llegó el coche fúnebre. Un coche elegido especialmente para la ocasión, nada que ver con los habituales. Un gran coche de estilo americano con un detalle significativo, cortinas en los lados que hacían imposible ver el interior. No se sabrá si a Gades le acompañó alguna flor en esta negación del rito funerario que él dictó antes de morir. Pero por si eso no fuera suficiente, el coche llegó a gran velocidad para hacer su entrada por la puerta trasera del crematorio, una puerta que se cerró después de que hasta allí se acercaran dos coches con matrícula del cuerpo diplomático cubano. Porque será a la isla caribeña a donde partirán, mañana mismo, las cenizas de este hombre que vio en la Cuba de Fidel su ideal revolucionario hecho realidad. Allí se casó con Pepa Flores. Con el comandante Fidel y Alicia Alonso como padrinos. Hasta allí le llevó su última travesía marítima y allí le condecoró su amigo el comandante con la postrera medalla que le concedieron.