Diario de León

Pero, ¿de qué Carmina me hablas?

El público que desbordó el claustro de la Catedral aplaudió una versión ramplona y poco cuidada

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Como ya lo anunciábamos en la previa al concierto, todo lo que se da gratis crea problemas y en el caso de los Carmina Burana del pasado lunes en el Claustro de la Catedral cumplió el vaticinio. Los cientos de personas que durante una hora larga hicieron cola desde mitad de la calle Ancha para poder acceder al claustro se encontraron al llegar con que además de no tener asientos, no tenían programas. La falta de previsión una vez más de los «expertos» organizadores para estos conciertos multitudinarios fue pareja con la mala educación que mostraron hacia un público cansado de esperar, que les reclamaba programas, asientos y visibilidad. Respuestas como: «esto es gratis, confórmese con lo que les dan» o perlas a lo Tejero de esta guisa: «Se pongan en fila, coño y si no váyanse» fueron el preámbulo de lo que minutos después sería la muestra palpable de que no estamos preparados para organizar casi nada, y mucho menos para programar actos gratuitos de gran afluencia de masas que si no se diseñan con sumo cuidado se convierten en espectáculos de barrio donde todo vale, hasta la mala educación y lo mismo da traer a la Filarmónica de Estocolmo que a la charanga del Tío Ambrosio, porque da igual ya que todo se mide por el mismo rasero de la más completa incultura cívica, artística y organizativa. Artísticamente el resultado fue menos bochornoso pero rozó también niveles de concierto de kiosko. Dejando a un lado los dos apagones, uno a los veinte minutos del comienzo y el otro cuando aún no se había extinguido la última nota del Fortuna Imperatrix Mundi , dejando una vez más al descubierto las fisuras logísticas y estructurales del marco y de la organización, el concierto adoleció de respeto hacia el público. Me explico. No es de recibo, bajo ningún concepto, que cantantes líricos y de oratorio como los que subieron al improvisado escenario, tengan que cantar con micrófonos y amplificarles la voz al máximo como si fueran meritorios de Operación triunfo , en un recinto en el que además de tener unas dimensiones más que adecuadas para que la voz se proyecte y se escuche con perfecta nitidez desde cualquier ángulo ya que ha sido escenario de varias óperas las cuales nunca tuvieron problemas de audición. Sólo los que ya están acabados vocalmente o nunca han llegado son los que utilizan estos medios de difusión, pero jamás en espacios tan reducidos se disimula la falta de voz detrás de una alcachofa. Las voces de los tres solistas no tuvieron un especial brillo ni matiz, así mientras Yuri Lukiani, un tenor ligero extraído de las huestes del Teatro Nacional de Kiev, le sobró potencia y le faltó matiz y pronunciación, al barítono Peter Boico, del Teatro Nacional de Kiev, le faltó intencionalidad y le sobró mucho falsete. Sus partichelas no requieren un especial histrionismo para que forzara la voz de forma tan poco natural con detrimento de pérdida de volumen, color y afinación. La soprano Elena Estarikova, «una de las mejores voces de Ucrania» según reza el programa de mano, no fue para tanto, aunque desde luego mejor que sus compañeros de reparto. De correcta línea de canto, excelente emisión y sobrada potencia, su canto fue expresivo y hermoso con algunos finales de frase de alta escuela. El coro, sin ser un dechado de afinación, en general cantó sus imponentes secuencias con rotundidad, energía y empaste, aunque a veces se embarulló en las partes más declamatorias. La Orquesta, a las órdenes de (creemos, porque no hay información al respecto) Victor Lenko, sonó bien especialmente en el metal y la percusión, con leves pérdidas de control dinámico pero rotunda y brillante. Menos cuidada sin embargo fue la dirección de Lenko demasiado pendiente de la partitura, sin preocuparse de dar las entradas y mucho menos del coro que a veces se encontraba un poco inseguro ante la falta de tacto y de conocimiento del director. En resumen un concierto lamentablemente organizado, regularmente interpretado y calurosamente aplaudido.

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