Diario de León

El nacimiento de un país

Tras la excepcional herencia dejada por Alfonso III El Magno de Asturias, toma el relevo como primer rey de León García I, pendenciero y conspirador, aunque buen guerrero

«Saqueó, incendió, tomó multitud de esclavos...»

«Saqueó, incendió, tomó multitud de esclavos...»

Publicado por
C. Santos de la Mota - león
León

Creado:

Actualizado:

La fortuna abandonó a Alfonso III en el final de su reinado (hacia 909), pues sorprendió en una conjura contra él a su hijo García. Alfonso, que podía encontrarse en esos momentos en Carrión, regresó a Zamora y allí mandó encarcelar a su hijo, quien fue llevado a Asturias y encerrado en el castillo de Gozón junto con Munio o Nuño Fernández, que mandaba en Amaya y cuya hija, Muniadona, estaba casada con el primogénito del rey. La conjura o conspiración, de todas maneras, bien podría haber estado urdida a tres bandas, tantas como hijos con alguna pretensión, aunque la figura de Munio como suegro del sucesor a la corona cobra aquí una relevancia que puede que no le exculpe nada en la presunta trama. Del cronista Sampiro recogemos que Munio «ejerció la tiranía y preparó la rebelión», y de Menéndez Pidal que el rey Alfonso «pudo llegar a pensar que los demás saldrían en su defensa, pero se llevó el mayor desengaño». El cronista Sampiro dice que «todos ellos se unieron para arrojarle del trono», y los historiadores del siglo XIII añaden que con ellos estaba también su madre. En vista de esto Alfonso abdicó y se retiró, de acuerdo con los rebeldes, a la villa asturiana de Bortes o Boides, la actual Puelles, cerca de San Salvador de Valdediós, donde aún se alza una basílica por él levantada. Aún pudo hacer una peregrinación a Santiago, desde donde se dirigió a Astorga, según Sampiro, para pedir a su hijo García que le diese un ejército y le permitiese salir una vez más contra el moro. Volvió victorioso, lo que constituyó prácticamente una constante en su largo reinado. El autor del Cronicón albeldense, que le conoció, nos habla del «aspecto plácido de su rostro», lo que no significaba en modo alguno debilidad, pues fue «claro frente a los astures, fuerte frente a los vascos, vengador frente a los árabes y protector de los ciudadanos», en Historia de España , dirigida por Menéndez Pidal. Murió el 20 de diciembre de 910 en Zamora, ciudad que había repoblado y fortificado. Tanto Ordoño I como su hijo Alfonso III el Magno supieron aprovechar muy bien las constantes crisis internas del emirato de Córdoba, ya que ampliaron el reino hacia el sur repoblando León (856), Astorga, Tuy, Amaya (860) y Zamora (893); conquistando Oporto (868), Deza, Atienza y Coimbra (878); repoblando el norte de Portugal (874) y fundando Sahagún (872), Castrojeriz (882) y Burgos (884). Al monasterio de Sahagún, que ya gozaba de una relativa importancia en el año 882 debido a su posición estratégica para el afianzamiento de lo reconquistado y la avanzadilla posterior, Alfonso III, queriendo reforzar el número poblacional que era de tanta importancia para el asentamiento de los pilares de la victoria, donó inmunidad positiva, es decir, señorío, sobre cuantos habitasen allí o sobre quantoscumque ibidem supervenerint ad habitandum (sobre cuantos allí llegaran a habitar). Una forma como otra cualquiera de afianzarse él y/o lo que él representaba. García I Rey de León, 910-914. Primogénito de Alfonso III el Magno de Asturias y de Jimena de Navarra, casó en 896 con Munia o Muniadona, que era hija del conde castellano Munio o Nuño Fernández. Al parecer, con sus hermanos Ordoño y Fruela organizó una conjura contra su padre, de la que no podemos descartar a su suegro de quien se dice, como ya apuntamos, basándonos en escritos del cronista Sampiro, que «ejerció la tiranía y preparó la rebelión». No parece claro, no obstante, que los tres hijos a una conspirasen ni en la misma forma ni con la misma intensidad, y sí se atisba más creíble la intriga del conde Munio, o al menos la más iniciática, al tener especiales intereses tan cerca del trono sin que antes pudiera haber pensado en ellos. Aunque no todos los autores aceptan como auténtica la sublevación de los hijos del rey Alfonso III el Magno, sí parece cierto que las relaciones del padre con su primogénito García no fueron buenas en los años finales de su reinado y aquél le encerró en la localidad de Gozón (Asturias), pero su suegro el conde de Castilla, Munio o Nuño Fernández intervino en su favor y el rey abdicó (de algunas fuentes se extrae que cayó cautivo de la conspiración, aunque más tarde pudo llegar a un acuerdo con sus captores) para retirarse a Boides. No existe prácticamente nada que pueda aclararnos algo sobre la relación de Alfonso III y su hijo García I, salvo la vaguedad de que, efectivamente, no tenían unas relaciones muy fluidas. En sus escritos, García I guarda un profundo silencio acerca de la memoria de su progenitor, pero por palabras de su hermano Ordoño, futuro Segundo, hemos podido llegar a saber que el origen o uno de los orígenes de este malestar está en que García se negó a consentir, haciendo guardar los caminos que llevaban a Galicia, que San Genadio llevara a Santiago de Compostela las quinientas monedas de oro legadas por su padre, Alfonso III el Magno, al apóstol, una ofrenda que tendría lugar cuando el monarca padre se encontrara cercano a la muerte o ya en su lecho. En el año 915, su sucesor Ordoño II parece que continuó con la ofrenda iniciada por su padre, aunque lo que hizo él fue cambiar los quinientos mictales áureos por la villa de Corneliana, en pacto, así parece, con el obispo Sisnando de Santiago. Las relaciones de García I, en especial con su hermano Ordoño, fueron poco cordiales y hasta quizá no hubo un reconocimiento de la autoridad superior del primogénito entre los hijos de Alfonso III el Magno. Años antes, su bisabuelo Ramiro I de Asturias (842-850) ya había ocupado brevemente León, y posteriormente su abuelo y su padre, Ordoño I y Alfonso III, respectivamente, últimos reyes de Asturias, aprovechando las crisis internas del emirato de Córdoba ampliaron sus territorios por el sur, las conquistas, repoblaciones y fundaciones de las que ya hemos hablado en el capítulo anterior dedicado a los reyes asturianos. Tras la muerte de Alfonso III el Magno de Asturias el reino se dividió entre sus tres hijos: Fruela heredó Asturias, Ordoño Galicia y García, el primogénito, se reservó la meseta leonesa. No obstante García I fue un príncipe esforzado y valiente, pues ya en sus inicios hizo expediciones hasta Toledo y Talavera, aunque apenas tuvo tiempo de demostrarlo, pues reinó tres años y un mes, según el cronista Sampiro que nos habla de una expedición suya en el primer año de su reinado. «Saqueó, incendió, cogió multitud de esclavos, entre los cuales estaba el rey Aiolas, que se escapó por negligencia de los guardias cuando el ejército vencedor pasaba por El Tiemblo», pueblo de Ávila. Probablemente el conde Munio o también llamado Nuño Fernández había ayudado a García en la rebelión, con lo que se había ayudado a sí mismo y a Castilla, situación de favor que García I pudo verse obligado a pagar ya que los condados castellanos aprovecharon ese momento favorable para avanzar sus límites hacia el Duero. En los Anales castellanos se da noticia de este salto cualitativo y cuantitativo de la siguiente manera: «En el año 912 poblaron los condes Nuño Núñez, Roa; Gonzalo Téllez, Osma; y Gonzalo Fernández, Aza, Clunia y San Esteban.» Aventuras en el Ebro García I quiso conquistar la Rioja en beneficio del reino. El 25 de octubre de 913 estaba en la fortaleza fronteriza de Cerezo. Desde allí avanzó victorioso por país enemigo y puso sitio a la ciudad de Arnedo, a cuyos habitantes derrotó. Debían de ser los días finales de 913. Aquí mismo debió de sentirse enfermo, pues asaltado por súbita enfermedad dio la orden de retirada, regresó a sus dominios y murió inesperadamente en Zamora (19 de enero de 914). No dejó descendencia, lo que pudo plantear un problema sucesorio que sin embargo no aconteció, ya que como herederos de la tradición visigoda la llegada al trono se hacía de forma electiva y no hereditaria, como podía ocurrir en otros sistemas. Su viuda, Muniadona, parece que casó en segundas nupcias con Gonzalo Fernández, de cuyo matrimonio todo parece indicar que nació el que llegaría a ser el primer conde castellano independiente, Fernán González (hacia 916) según una genealogía comúnmente aceptada (Fuero de Brañosera), aunque también la tradición medieval (de la Najerense al Toledano) afirma que el padre de Fernán González fue Gonzalo Núñez. Tanto la ascendencia como la mocedad de Fernán González son casi desconocidas. La superposición del reino de León sobre Asturias supuso también que la capitalidad pasara a León, dejando de ser corte Oviedo como antes Cangas de Onís y Pravia. Pero esta capitalidad no llegaría aún de forma definitiva, pues aunque si bien es cierto que tanto García I como su padre Alfonso III vivieron con frecuencia en León, el asentamiento definitivo como residencia real fija y centro de poder no llegaría hasta Ordoño II.

tracking