Diario de León

Hizo frente a árabes y a cristianos

Vermudo II, para unos tirano y nefasto, para otros prudente y misericordioso; lo cierto es que no tuvo tiempo de demostrar su valía pues desde su entronización entró en guerra

El monarca entró en combate en sucesivas ocasiones debido a la revueltas

El monarca entró en combate en sucesivas ocasiones debido a la revueltas

Publicado por
C. Santos de la Mota - león
León

Creado:

Actualizado:

Vermudo II, Rey de León, 984-999. Todo parece indicar que se trata de un hijo bastardo de Ordoño III. Casó en primeras nupcias con Velasquita Ramírez, hija más que probable de Ramiro II y de su segunda esposa, Urraca de Navarra, lo que dejaba entrever un matrimonio de parentesco evidente entre tía y sobrino, pero sólo por una parte, ya que Ordoño III, el padre de Vermudo nació del primer matrimonio entre Ramiro II y Adosinda, y no del segundo, de donde nació Velasquita. Más tarde Vermudo II casó con Elvira García (992), hija del conde castellano García Fernández y de Ava de Pallars. Ya desde el año del desastre de Rueda (981) en el que tropas leonesas, castellanas y navarras no pudieron vencer a un incipiente Almanzor, Ramiro III y Vermudo II se encontraban frente a frente, y el 22 diciembre de 981 ya confirmaba el pretendiente, es decir, Vermudo, una donación al monasterio portugués de Vimarahes con estas palabras: «Vermudo, rey, hijo de don Ordoño.» Sin embargo aún le quedaban unos años para que llegara a entronizarse totalmente sobre la corona de León, a la que llegó gracias a los muchos partidarios que tenía en la parte occidental del reino y a la ayuda musulmana. Así, pues, los condes rebeldes del occidente del reino, subiendo desde el río Mondego portugués lograron imponerse en Galicia, y esto debió de suceder durante la primavera y el verano del año 982, quizá con la oposición del conde gallego Rodrigo Velázquez, de cuyo lado también estaba el obispo Pelayo de Compostela, que seguía el partido de Ramiro III. No obstante el 15 de octubre de ese mismo año La coronación Vermudo fue entronizado solemnemente en Santiago. Los historiadores manejan dos fechas para ubicar a Vermudo como rey de Galicia, una la del 15 de octubre y otra la del 11 de noviembre, aunque muy bien pudiera ser que una corresponda a la entronización y otra a la proclamación efectiva, si es que así pudiera haber sido, lo cual podría explicar este baile de fechas. A pesar de que la entrada de Vermudo en León se produjo con toda seguridad en 984, los notarios castellanos, siempre más proclives a Ramiro III, siguen fechando las cartas con el nombre de éste, no sólo en las escrituras del año 984, sino en las de los primeros meses del 985. Una del primero de mayo nos dice: «Reinando nuestro príncipe Ramiro, rey de León¿», aunque pasado el tiempo de las incertidumbres, un 22 de octubre de ese mismo año Vermudo se declara en una donación in regno fultus, esto es, asegurado en el reino. Vermudo II recogía una herencia gravada de toda serie de compromisos. Estaba en primer lugar el protectorado de Almanzor, que era más bien una sujeción del rey leonés a las órdenes de Córdoba. Por otra parte su victoria había sido la imposición de una región sobre otra, es decir, la de la parte occidental sobre la de la parte oriental del reino. Levantado por la rebelión, se encontrará constantemente con la rebelión en torno suyo. De tal manera que es ahora cuando empieza el predominio de las familias galaico-portuguesas. Menendo Tetóniz viene del sur del Miño y no falta tampoco al lado del rey, Gonzalo Menéndez, un rebelde perpetuo de los pasados reinados. En cambio los condes de Saldaña y en general los de la parte oriental, interesados en la continuación de la situación anterior, por el parentesco con el rey Ramiro III están en desgracia. El 13 de noviembre de 985 es condenado Gómez Díaz, el tronco de los Banu Gómez, en un juicio presidido por el mismo rey Vermudo II que aparece sentado sobre su trono y rodeado de toda la toga de su palacio, por haberse apoderado de las propiedades de la mitra de León con motivo de la muerte del rey Ramiro III, aludiendo aquí, sin duda, a uno de los muchos «envistes» por la lucha dinástica. Los de Saldaña tuvieron que devolver la presa. «Varón prudente», según afirma su notario Sampiro, que trabajó en su corte, no logró, sin embargo, someter con firmeza bajo su mandato todas las tierras leonesas. Fue también amante de la justicia, pero pocas veces acompañó estas actitudes con un compromiso más estricto con la realidad y con el tiempo, pareciendo y pudiendo ser excesivamente flojo, lo que daba la sensación de carecer del impulso intimidatorio que le diera otra semblanza y otro aire de respeto, tanto dentro como fuera del reino. Entre compromisos y debilidad, Vermudo II estuvo obligado a firmar pactos con Córdoba por los que se comprometía a pagos de fuertes tributos anuales, a cambio de que se le restituyeran algunas plazas, como la de Zamora y otras seguridades, y se le ayudara con un ejército a someter a los reticentes magnates leoneses. El enemigo en casa Parece una constante y una tristeza también que muchos de los principales problemas del reino hayan surgido casi siempre desde dentro y no traídos desde fuera. Esto llama mucho la atención porque mientras que había que vigilar las fuerzas invasoras externas, no había que descuidar ni mucho menos las intrigas o desafecciones internas que podían ser más dolorosas y dañinas que aquellas que podían verse venir desde lejos. Naturalmente, que el enemigo externo contara ya de inicio con colaboradores internos que le allanaran el camino, ya era una ventaja considerable y en muchas ocasiones un salvoconducto para la victoria. Nunca hemos entendido nosotros la zancadilla desde dentro, nunca, al menos, si hay un beneficiario externo y ajeno. Estas descomunales torpezas de las que ya hemos hablado en alguna ocasión, mermaban y mediatizaban enormemente la soberanía leonesa y su influencia social, además de restar poder real que es como decir aumentar el ajeno, o lo que es lo mismo, dejar de ser para que sea otro. Para sofocar estas reticencias y algo que iba algo más allá de los magnates leoneses, Vermudo II aceptó en el reino contingentes militares musulmanes, una paz y una seguridad que había que pagar, pero que por otro lado originaban incomodidad y hastío. Pero en Galicia, en la parte occidental del reino empezaron las cosas a estar revueltas y los condes más poderosos de aquellas tierras se levantaron contra el poder real legítimo, el mismo que ellos mismos habían entronizado, aunque Vermudo, ayudado por el contingente musulmán que permanecía en León pudo dominarlos. Gracias, pues, a la ayuda de los musulmanes, Vermudo II logra desarticular la oposición, y el 1 de enero del año 986, tras una donación a Celanova se atrevió a decir que ya nadie había quien pudiera resistirse a su mandato y que una completa paz le unía a su pueblo. Comienza la lucha Tras casi dos años en el trono, cuando se vio con fuerzas y afianzado en el poder, creyó poder prescindir de los auxiliares árabes que permanecían en el reino y que tanto le habían ayudado a mantenerse, y ya varias veces con anterioridad había pedido al hagib (en los reinos hispano-musulmanes primer ministro. Equivalente al visir usado en oriente) la retirada de aquellas tropas que hacían considerar su reino como un país conquistado, pero como nunca pudo conseguirlo, decidió expulsarlas violentamente (986) lo que no debió de gustar mucho ni a gallegos ni a portugueses, con demasiados intereses en sus respectivas zonas de influencia, quienes de todas maneras ya habían recibido la promesa de ayuda de Almanzor, irritado sin duda por la expulsión de sus tropas. Vermudo II acababa de jugar con fuego porque presentía lo que podría venírsele encima, por eso no dio tiempo a que los rebeldes gallegos y portugueses tuvieran la ayuda cordobesa, de tal manera que dicidió pasar a la ofensiva.

tracking