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La revuelta del conde Fernando

El cuñado de Vermudo III, el conde Fernando, acaba con la vida del rey leonés en una batalla por los Campos Góticos de la que hay numerosas versiones

Publicado por
C. Santos de la Mota - león
León

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Cuando el rey Sancho III el Mayor muere, el 22 de octubre de 1035, Vermudo, que ya está muy fortalecido, mantiene la misma actitud frente a los hijos de aquél. El 20 de enero de 1036 ya se encontraba en la abadía de Sahagún, la misma que poco antes se había rebajado, sumisión incluida, a Sancho, y que ahora volvía a abrir las puertas al nuevo dueño haciendo los clérigos del lugar una demostración fantástica y precisa de cómo los vientos de Tierra de Campos no sólo engrasan y activan eficientes los goznes de las veletas campanarias, que tan sólo es pura inercia física, sino las voluntades frágiles o taimadas de los que, hábiles (y esto tanto puede considerarse un elogio como un desprecio), nunca pierden la sombra en el verano ni la lumbre en el invierno. Con Vermudo III estaban otros magnates como Fernando Laínez y varios de los Banu Gómez, éstos, precisamente, que llevados por un interesado dilema de oportunidad y caradura casi perenne, nunca dudaron en arrimarse al árbol más frondoso, ni descuidarse de su cobijo y protección, al resguardo seguro hasta encontrar otro de mejor acomodo. Con ellos también estaba Sancha, su hermana, del rey, que ya era condesa de Castilla por su matrimonio con Fernando, y que sin duda había aprovechado el acercamiento del rey hasta la frontera para visitar a su hermano y tratar de problemas pendientes entre León y Castilla: especialmente los Campos Góticos Leoneses. Pero el arreglo ya es imposible. Sabemos que referente a esto el monje por entonces de Silos, haciendo alarde de la más tosca de las voluntades o de la más fina de las diplomacias y habiendo reconocido sus simpatías por los dos jóvenes, el uno rey y el otro conde, y no sabiendo a quién echar la culpa de la lucha, se la echó al demonio, diciendo: «Entre Fernando y Vermudo (nos llama la atención el orden, pues solía ponerse en primer lugar el de la persona de mayor importancia, que no era otro que Vermudo en este caso, pero también «comprendemos» de dónde procede la fuente), su cuñado (ídem), nace una negra discordia, que desde el principio fue semillero de todos los males y enemiga inesperada de los bienes¿, y en esta lucha, según la razón humana, los dos parecen haber tenido sus justos motivos», en Historia silense de Santos Coco. Desde nuestro entender, aquí, de la manera más sibilina, se está tomando parte por la opción de Fernando, que es la menos lógica históricamente, la menos razonada y sobre todo la única que se sustenta sobre una propiedad tomada en base a la fuerza, como bien argumentará Vermudo, que en absoluto estaba de acuerdo, como tampoco lo estamos nosotros, en plantear este problema desde un principio que ponía a las dos partes en igualdad de razón cuando se alude a que «los dos parecen haber tenido sus justos motivos». Esta interpretación sibilina y rigurosamente parcial, aunque no sea muy llamativa, predispone de hecho a asumir compartir o discutir un acuerdo sin sentir ni tener la obligatoriedad de llegar hasta él porque no existen las razones objetivas para tener que empezar ni siquiera a discutir un tema que ya desde un principio, si no hubiera interferencias, estaría perfectamente claro. Naturalmente esto tenía plena relación con las tierras comprendidas entre los ríos Cea y Pisuerga, tierras en las que figuraba ahora el segundogénito de Sancho III el Mayor con el título de conde. A las razones «tradicionales», vemos en alguna parte, de Castilla (?), añadía Fernando una nueva que no deja de ser subjetiva, y más con los argumentos rebatidos por Vermudo, y es que esas tierras las había llevado Sancha como dote al casamiento con Fernando. Vermudo III, sin embargo, no estaba dispuesto a ceder ni un palmo de su razón, alegando que el concierto de 1031 había sido impuesto por las armas, y que aunque hubiese sido válido, lo había roto el mismo Sancho III al invadir el reino leonés con sus tropas. Y además, hasta incluso podría alegar sus derechos al condado de Castilla por su matrimonio con la hija del conde Sancho I García, Jimena Sánchez o de Castilla. La cuestión de un arreglo pacífico era imposible y fue precisamente Fernando (siempre se suelen alterar antes los menos asistidos de razón) quien resolvió en primer lugar romper con Vermudo y tomar por la fuerza lo que a su entender le pertenecía. Esta resolución se manifiesta en un documento de 1 de julio de 1037 en que, además, por primera vez Fernando y su orgullo de sinrazón, como les ocurre a los que razonan poco y se alteran demasiado, toma el título de rey, y eso que con anterioridad él mismo había admitido querer ser llamado «sencillamente conde», asumiendo y admitiendo además de hecho una especie de vasallaje, aunque puramente nominal, con respecto al rey leonés. Durante los primeros meses o a mediados de 1037 Vermudo III debía de estar en Galicia, preparando sin duda claramente la guerra, y otro tanto estaba haciendo en Asturias su fiel Fernando Laínez. De la batalla, pocos detalles sabemos. Suponemos, sí, que detrás de los ánimos encendidos que han tenido siempre una general perpetuidad entre leoneses y castellanos, hubo escaramuzas y enfrentamientos entre las partes contendientes y que no debieron de resolverse donde al fin aconteció el fin, sino enclavados en la tierra objeto de la disputa que no era otra que los Campos Góticos, y que muy probablemente fue desarrollándose hasta el lugar conocido como Tamarón que es el punto histórico oficial de la derrota de Vermudo y de otras muchas consecuencias que iban a restar protagonismo al esplendoroso reino de León. Al conde Fernando le ayudaba su hermano el rey García IV Sánchez III de Navarra. El enfrentamiento general, para algunos, tuvo lugar el 1 de septiembre, en Tamarón, un pueblín situado a unos veinticinco kilómetros al oeste de Burgos. Naturalmente, no era esta la situación geográfica propiamente de los Campos Góticos Leoneses, sino la demarcación íntima de la Castilla más rancia, de modo que fue el ejército leonés quien se internó en los dominios del castellano, o quizá, por qué no, puesto que las hostilidades empezaron por Fernando, las tropas leonesas harían recular a las castellana hasta este lugar de Tamarón, y hasta es probable que viéndose Fernando acorralado pidiese entonces la ayuda de su hermano, el rey navarro. De lo que sucedió allí nos lo cuenta el Silense, a quien por su procedencia, por la inercia general ya de aquellos tiempos y por un básico sentido de prudencia, para ambos lados, debemos entenderlo «tal cual», aunque siempre con una pizca de duda en lo que se refiere a la rigurosidad y a la veracidad. Y nos lo cuenta con estas palabras: «Fernando y su hermano García, congregando las haces de los más fuertes guerreros, al avanzar contra el ejército invasor, se encuentran al enemigo que había atravesado la frontera de los cántabros. Ya los dos ejércitos se miraban retadores con las armas deslumbrantes, cuando Vermudo, lleno de audacia y de osadía, clava el aguijón de la espuela a su famoso caballo Pelagiolo y, ansioso de lucha, parte con rápida carrera, tensa la lanza, entre las apretadas filas del enemigo; pero la muerte acerba, a quien ningún mortal puede vencer, le echa por tierra en aquel impetuoso galopar, mientras el feroz García y Fernando arrecian en la lucha, cayendo en torno a él siete de sus más fuertes guerreros.» Notemos que el Silense llama a García «feroz», mientras que es indulgente con Fernando. Lucha entre hermanos Otra versión nos sitúa la batalla el 4 de septiembre, es decir, tres días después de la que acabamos de relatar, y en ésta se nos dice que el rey Vermudo fue «asesinado a manos del propio Fernando», lo que como mínimo induce a sospechar que no sabemos quién era el más «feroz» de los dos hermanos, si ambos lo eran por igual o incluso si Fernando superaba en esta faceta a su hermano García, ambos dos parece que hijos no naturales del rey Sancho III. Pero como las indulgencias en el tema entre leoneses y castellanos siempre han tomado una misma inclinación, que con el tiempo obedeció a la postura más áspera, la que imponía Castilla, y que más tarde aun se convirtió en doctrina de la oficialidad, lo cual provoca en nosotros un sano ejercicio de duda como margen para el «por si acaso», lo cierto es que Fernando fue con diferencia el más bravo y recio, y quizá el más incivilizado de los tres hijos de Sancho III el Mayor: García, que heredó Navarra; Fernando, del que nos ocupamos ahora; y Ramiro, éste sí, hijo natural sin duda, que heredó Aragón.

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