Cerrar

Las complicaciones de Alfonso IX

El rey manifestó su desacuerdo con muchos aspectos de los que padecía su pueblo y tuvo que enfrentarse a contrariedades durante su mandato. Todo, para acabar finalmente en guerra

Alfonso IX invadió los Campos Góticos Leoneses ante las dificultades que vivía

Publicado por
C. Santos de la Mota
León

Creado:

Actualizado:

También esa fina perspectiva y esa aguda inteligencia la evidenció Alfonso IX con una claridad y nitidez asombrosas al manifestarse siempre terca y tenazmente hostil a Castilla, seguramente viendo con terrible crudeza y desesperación lo que había de convertirse en la idea de esa España tipo que encarnaba Castilla, la idea de imperio e imperial acaparadora que, lejos de compartir, quitaba; lejos de tolerar, unificaba a favor de su propio estilo; lejos de convivir, dictaba con el peso y la fuerza del imperio. Algunos años más tarde, Castilla limitaba al norte con un mar y al sur con otro, la misma Castilla que muchos, muchos años después, era añorada por gentes del perfil de Onésimo Redondo (durante un régimen) y otros de similar semblanza (durante otro régimen posterior y más «democrático») que aún continúan reencarnándose, tratando de aferrarse a las estelas lejanas de un recuerdo imperial que acabó en jirones, y cuyas ruinas y despojos retrató y cantó perfectamente el poeta sevillano Antonio Machado cuando decía: «¿Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora». La obsesión de Castilla Quizá Alfonso IX presintiendo el compañero de viaje que era o podía ser Castilla nunca quiso acompañarla; se limitó a su reino, a expandir sus fronteras por la zona de expansión reservada a León por el tratado de Sahagún (1158) subscrito por su padre Fernando II y su tío Sancho III el Deseado, y a que Castilla no invadiera sus tierras. Pero la obsesión de ésta siempre fue la de hacerse grande a costa de los demás. En 1188 los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla invadieron las fronteras del reino de León y se apoderaron de Coyanza (Valencia de don Juan), además de otras poblaciones. Coyanza no es una villa que esté entre los ríos Cea y Pisuerga, no pertenece a los Campos Góticos Leoneses, lo que nos obliga a pensar que parte de las tierras comprendidas entre esos dos ríos estaban también ocupadas por los castellanos. Debido a su inexperiencia y a que había llegado al trono hacía poco tiempo, Alfonso IX trató de llegar a un acuerdo (1188) con su oponente, Alfonso VIII de Castilla, en Soto Hermoso, lugar que podemos ubicar al norte de Plasencia (Cáceres). Pero Portugal también apretaba por el otro lado, y León se veía como en un bocadillo al que daban mordiscos de muerte tanto castellanos como portugueses. Para paliar de alguna manera esta situación de peligro inminente con riesgo de ser comido y desaparecido, Alfonso IX casó (1191) con Teresa, hija del monarca portugués Sancho I, y esta alianza pacificó en buena medida el flanco oeste de todo el reino, mientras que las disputas con Castilla y especialmente con Alfonso VIII iban produciéndose a ritmo cadencioso y frecuente. Firma de un nuevo tratado La paz arreglada con Sancho I de Portugal se mantuvo tanto tiempo como el que duró el matrimonio de su hija con Alfonso IX, tres años, ya que este enlace fue anulado por el Papa Clemente III a causa del parentesco existente entre los cónyuges. Rápidamente, al ver Alfonso IX que su reino volvía a estar al descubierto por los dos costados principales y expuesto, por lo tanto, a las mordeduras impiadosas y habrientas tanto de castellanos como de portugueses, firmó con el rey de aquéllos, Alfonso VIII, el tratado de Tordehumos (20 de abril de 1194), hoy en la provincia de Valladolid, por el cual parece ser que el castellano se comprometía a restablecer las plazas leonesas ocupadas a cambio de la anexión de León a Castilla si Alfonso IX no dejaba descendencia, lo que no deja de hacer sentirnos perplejos, pese a que nosotros consideramos a la fuente consultada de todo crédito, ya que del matrimonio entre Alfonso IX y Teresa (1191) ya habían nacido dos mujeres: Sancha y Dulce. De todas maneras no es casualidad que tanta obsesión por la anexión venga repitiéndose lustro a lustro, siglo a siglo, milenio a milenio, como si les empujara algún derecho, como si se sintieran imposiblemente atraídos, como si les llamara alguna propiedad, como si se sintieran dueños de súbditos ajenos entrando en su casa y apropiándose de ella con todos sus inquilinos. Poco han cambiado los hechos La absorción, la anexión fueron temas y preocupaciones de anteayer y de ayer, de siglos y de decenios muchos sin interrupción, pero que en cualquier caso fueron tiempos de ayer. Lo que es patológicamente obsesivo y enfermo es que las inclinaciones de ayer y de anteayer tengan la misma vigencia y vitalidad hoy. Por eso la anexión de León a Castilla nos sigue sonando hoy tan cercano como un fantasma inmortal, molesto, y, por pesado y tenaz, repelente. Tras la descomunal derrota de Alfonso VIII de Castilla sufrida en Alarcos (18 de julio de 1195, cerca de lo que hoy es Ciudad Real), en la que el monarca castellano rechazó la ayuda de los demás reinos cristianos contra los musulmanes y tuvo que refugiarse con infinita más pena que gloria en Toledo, Alfonso IX, fiel a sí mismo y a su país se alió con los almohades, llevando así a la práctica una visceral rivalidad con su adversario castellano. Esta postura del rey de León originó la intervención del Papa Celestino III, quien excomulgó al monarca leonés y eximió a sus súbditos del vínculo de fidelidad y obediencia que le debían, una reacción brutal y desproporcionada que no nos extraña estuviera pensada e impulsada desde la propia Castilla, seguramente mejor situada que León entre los inciensos y las iglesias, a lo mejor pensando en el tratado de Tordehumos, en alguna de sus ramificaciones y matices o en cualquier otra cosa, persiguiendo en cualquier caso la discordia en el reino del firme oponente. Violenta sorpresa Sin embargo Alfonso IX no se amilanó, y en contra de lo que en otras personas pudiera provocar una excomunión con sus profundos miedos y escatologías, su reacción inmediata fue «invadir» (1196, es literalmente imposible invadir lo que originalmente es de uno) parte de lo que muchos con posterioridad han llamado «Campos de Castilla» o «Tierra de Campos» y que sin embargo son Campos, sí, pero Góticos Leoneses, como ya hemos recalcado en distintas ocasiones.

Cargando contenidos...