Pitos y palmas

DICEN de los futboleros que lo suyo es visceral. Si gana su equipo aplauden, si pierde le silban. Anteayer comenzaba una de esas absurdas jornadas ligueras en las que meten partidos entre semana, y lo hacía a partido único: Real Madrid-Osasuna, emi-tido por La 2 y las autonómicas. En condiciones rutinarias, un partido como cualquiera. Pero veinticuatro horas antes había dimitido Macho Camacho y eso se convirtió en noticia por encima del degüello de un rehén en Irak o de las inundaciones de Haití. Todo el espectro mediático, prensa, radio y televisión, dedicaron el martes a calentar los cascos al personal sobre el calibre de la pitada que el Bernabéu regalaría a los de blanco. Incluso con apuestas. Eso, para los profanos ávidos de emociones, se convirtió en todo un aliciente para pegarse a la tele y esperar acontecimientos. No fue para tanto. Una pitada inicial que enseguida acalló el chiflo del árbitro. En cuestión de asubíos, fue más gorda la de las Olimpiadas a los jueces que sabotearon a un gimnasta... Y para confirmar la escasa convicción del forofotipo, al final hasta obsequiaron con aplausos a los merengues. Qué chasco. Encima con un partido romo en fútbol.