Diario de León

| Reportaje | Carteles de cine|

«Tengo la mejor sala de exposición del mundo», asegura

Con cada nuevo estreno Velasco se enfrenta a un mural de tela de diez metros cuadrados que dota de vida propia gracias a su ingenio y destreza con el pincel, contribuyendo con ello a que la magia del séptimo arte

Velasco posa tras el escenario del Emperador, su lugar de trabajo, junto a dos de sus murales

Velasco posa tras el escenario del Emperador, su lugar de trabajo, junto a dos de sus murales

Publicado por
Aida García Alcoba - redacción
León

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¿Quién no ha levantado alguna vez la mirada para contemplar el cartel de cine que preside el Emperador? Durante más de cuarenta años los carteles de la fachada de este cine han hecho que miles de leoneses hayan alzado la vista hacia ellos, ¿el culpable? Juan Antonio Velasco, uno de los últimos muralistas del celuloide que quedan en el mundo y que, semana tras semana, anuncia a golpe de imaginación y color la película que se proyecta en dicho cine. Este ponferradino ya apuntaba maneras de pequeño decorando sus libros de textos con caricaturas y monigotes, lo que le trajo algún que otro problema con sus profesores, como él mismo comenta, pero también le dio su primer trabajo. «Un compañero de clase me pidió que pintará un cartel para una empresa de espectáculos y les gustó tanto que enseguida me hicieron fijo», asegura. Su comienzo como muralista fue fruto de la casualidad y sus primeros pasos profesionales los dio en su villa natal. «Empecé en los cines ponferradinos dibujando carteles de cine sobre papel de envolver», dice, «estuve cuatro años y luego me traslade a León, donde me contrataron una agencia de publicidad y la empresa Elde, que era una empresa que poseía varios cines», explica, «pero en seguida deje la agencia de publicidad porque eso no era lo mio», aclara. Durante la Dictadura franquista tuvo más de un problema con la inexistente libertad de expresión a causa de sus murales y por ellos en varias ocasiones fue conducido a comisaría acusado de revolucionario. «Al estrenarse 'Trapecio' (1956), de Burt Lancaster, Tony Curtis y Gina Lollobrigida, dibuje al protagonista con una malla dorada de una sola pieza», explica, «pero las autoridades lo destruyeron y la Iglesia me acusó de inmoral por pintar a Burt con esa ropa de trabajo», cuenta. Pero Velasco asegura que no todo era represión y malos ratos en el pasado, «antes el estreno de una película era todo un acontecimiento, estaba rodeado de glamour, la gente se arreglaba y la entrada del cine se llenaba de luces que iluminaban el cartel de la película», recuerda nostálgico. También entonces Velasco tenía mayor libertad creativa, ya que ahora debe plasmar los carteles que reparten las distribuidoras de las películas. Pese a ello no se limita a copiarlos ya que aún conserva el gusanillo de la creación y la imaginación propias de los grandes artistas. El último muralista Con Velasco morirá un oficio tan desconocido como admirado pues «nadie me ha pedido que le enseñe pero si alguien lo hiciera yo estaría encantado de enseñarle porque me gustaría que esto perdurará», afirma. Pintor de grandes dimensiones, fiel retratista del espíritu del cine y mago del color dota de vida propia a tres piezas separadas de tela que el día del estreno son una sola de diez metros de largo. Y que durante la proyección del film se funden con el paisaje urbanístico de la capital, ante la atenta mirada de los leoneses que levantan cada día la vista para contemplar un retazo del glamour perdido del cine.

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