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| Crítica | Arte |

La mosca de Modesto Llamas Gil

La galería Ármaga expone una muestra de la obra de Modesto Llamas Gil, un pintor con el poso de los grandes artistas

La mosca, a la izquierda de la imagen

Publicado por
Marcelino Cuevas - león
León

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Modesto Llamas Gil es un pintor lleno de ímpetu juvenil y con un gran futuro por delante. Sus obras están impregnadas de frescura insolente de los que empiezan y saben que lo hacen bien. Su formación académica queda a un lado cuando se decide a caminar por los senderos de la abstracción, por esos caminos que la niebla esconde y donde las figuras van ralentizando sus formas para dar paso a las emociones, a los sentimientos, a los latidos del corazón del artista atravesado, como si de flecha de Cupido se tratara, por un pincel manchado de óleo verde. O por cien pinceles con todos los colores que, como incruentas saetas, convierten al pintor en moderno san Sebastián. Modesto Llamas Gil, a pesar de su envidiable juventud, tiene el poso de los grandes artistas. Y es que a pesar de todo su carrera ya es larga y en ella ha dado los pasos necesarios para llegar al glorioso trono en el que ahora se afianza con todo merecimiento. El pintor se expresa con ingenua confianza, con la seguridad de que en sus cuadros cuenta la realidad, la verdad de quien no tiene nada que ocultar, aunque Modesto, desde siempre, ha tenido la mosca detrás de la oreja, ha contemplado el mundo con la mirada aguda del águila que accidentalmente se posa en los tejados de la gran ciudad, en este caso de una pequeña gran ciudad provinciana llena de ávidos comerciantes e ilustres artesanos, la capital de un reino sin contaminar donde los escritores nacen y se reproducen como hongos, y donde los pintores se esconden tras piedras de los caminos para no molestar con el brillo de sus colores a las ilustres autoridades que todo lo pueden y nada hacen. Pero el mundo cambia y ahora, lo vemos en el autorretrato que preside esta exposición de Llamas Gil, la mosca ha cambiado de ubicación. Esa mosca de vendimia, esa retozona, zumbadora y cojonera mosca otoñal ha cambiado de ubicación, y se ha posado en la otra faz del pabellón auricular del ilustre artista, mostrándose a todos con singular desparpajo. Modesto ha dejado de tener la mosca detrás de la oreja, aunque sigue oteando serenamente el horizonte a través de sus implacables gafas de concha. Y mucho nos tememos que en cualquier momento reaparezcan los fantasmas de sus cáusticos personajes, de aquellas caricaturas de la realidad circundante que se hicieron famosas a través de sus pinceles. Con estos jóvenes nunca se sabe. La anécdota Modesto Llamas Gil presenta en la galería Ármaga, una estupenda muestra de sus últimas creaciones, presididas, como decíamos, por su autorretrato, ese Personaje con mosca que acecha con mirada crítica la juvenil pintura que le rodea y por la que hay que circular con cuidado. Debe prevenirse el espectador de esas figuras que quieren escaparse de la tormenta de colores que las rodean, del torbellino de luces y sombras que las aprisionan, para deglutir con avidez las miradas asombradas de los pacientes contempladores. La mosca es la disculpa de Modesto para embobarnos, para destrozar nuestras defensas y conseguir que la verdad de su pintura nos devore a nosotros, para mantenerle a él en su jubilosa juventud.

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