La mística de Shaolín llega a León

Hace más de 1.500 años el emperador dio la orden de traducir la sabiduría del budismo al chino. Les regaló a los monjes una parcela de mágica hermosura, a los pies de los montes sagrados de Sonshan. La llamaron Shaolín, que quiere decir monte con bosque. Un monje indio, a quien llamaban Tamo, meditó durante diez años en una cueva más arriba del monasterio. Reformó la enseñanza budista y pasó a llamarla Zen. A los monjes enseñaba, aparte de unificarse con su espíritu, también a educar su cuerpo. A través de una rígida disciplina y un constante entrenamiento desarrollaba ejercicios que servían para defender el monasterio. Lo llamaba Kung Fu. El Camino de Shami a Shaolín cuenta la historia de un niño que sigue el camino para convertirse en monje. La interacción y la conversación entre el anciano maestro y el pupilo explican la vida e historia del templo. El espectáculo es una experiencia teatral con todos los ejercicios de Qui Gong, que demuestra que la mente es capaz de dominar el cuerpo. Los monjes, que desde hace alrededor de un mes llenan cada día el teatro Victoria Eugenia de Madrid, traen a León este espectáculo, que ha dado la vuelta al mundo durante los últimos años. Los próximos cuatro, cinco y seis de noviembre, el arte del Shaolín se mostrará con todo su esplendor en el teatro Emperador. Los interesados en adquirir las entradas pueden llamar a los teléfonos 987/250920 o 987/251051. Además, el próximo cuatro de noviembre -primer día del espectáculo- habrá una oferta de entradas y, por la compra de tres invitaciones, se regalará una. La prensa mundial ha elogiado el espectáculo místico que ofrecen estos monjes, que ya han visto más de tres millones de espectadores en todo el mundo. El aperitivo que ayer dedicaron a la prensa fue espectacular. Los monjes demostraron el absoluto control que tienen sobre su cuerpo con ejercicios en los que la flexibilidad, la fuerza y la agilidad parecían llegados de la mano de un experto en efectos visuales. Sin duda alguna, la aparición más «brillante» -todas lo fueron-fue la protagonizada por el pupilo de la obra. Un niño de ocho años se convirtió en el eje de un sistema de fluidez corporal impresionante. Pero ¿cuáles son los aspectos artísticos de Shaolín? No hay duda de que la estructura del kung fu es, ante todo, artística. Los monjes más ancianos son expertos en medicina, música, religión, cartografía o historia. El artista tiene que ser algo más que una máquina de luchar; tiene que saber cómo, dónde y porqué hay que comenzar una lucha y, sobre todo, y lo más importante, como evitar el conflicto. Tan sólo con la imbatible abilidad de los monjes existe la seguridad de que no se necesitará luchar. Es por eso que que el título de maestro es conseguido sólo por unos pocos y se trata de un logro vital. El primer obstáculo que un discípulo debe atravesar es el test para llegar al rango de maestro y que culminan en el ejercicio del túnel. El candidato es guiado a un corredor unido al mundo exterior. En el corredor hay trampas mortales e impredecibles que tiene que salvar el pupilo, puesto que no hay vuelta atrás. La mayoría nunca comienzan este viaje y sólo unos pocos logran superarlo. Los movimientos de los monjes semejan los de diferentes animales. Así, los del dragón tratan de lograr el desarrollo de la alerta y la concentración. Estos movimientos son ejecutados sin la participación de la fuerza y poniendo ánfasis en la respiración abdominal así como a través de la coordinación de la mente, el cuerpo y el espíritu. Los movimientos son largos, fluidos y continuos. En el caso del tigre, se realizan para desarrollar los huesos, tendones y músculos y su ejecución es diferente a la del dragón. Los movimientos son cortos, rápidos y fuertes. Los de la serpiente son utilizados para el temperamento y la permanencia, por lo que hay que respirar despacio y con armonía.