| Crítica | Festival de Órgano |
Camino de excelencia
Antonio Florio y la Capella Turchini pusieron el mejor colofón para un festival que se desarrolló lleno de aciertos
La XXI edición del Festival Internacional de Órgano Catedral de León cerró el pasado sábado su mes y medio de actuaciones con la intervención del la Capella Turchini, a la órdenes de su director titular Antonio Florio. Patrocinado como en las siete ediciones anteriores por Caja España, el concierto estuvo arropado por los cientos de aficionados que abarrotaban la seo leonesa y por la presencia de personalidades del mundo de la política, como el Delegado del Gobierno en Castilla y León, de las finanzas y de la cultura en general, echándose en falta la presencia de algún miembro del Cabildo y del Ayuntamiento. Entre otros numerosos alicientes esta XXI edición del Festival tuvo la de contar por vez primera con un servicio audiovisual de primer orden gracias a la excelente realización videográfica de Fernando Arce y fotográfica de Javier Casares quienes plasmaron un magnífico trabajo de captación de momentos únicos de los conciertos que son ya historia viva del festival. Gusto, timbre y frescura Apoyándose en instrumentos originales del siglo XVIII, la Capella de la Pietá de Turchini, cuyo nombre deriva de los atuendos turquesas que utilizaban los alumnos del Consevatorio del mismo nombre en Nápoles, puso de manifiesto que una cosa es tocar con instrumentos de época lo escrito en una partitura y otra hacerlo con el buen gusto, el timbre y la frescura que les acredita. La trasparencia lograda por los violines, tuvo como contrapunto las tremendas dificultades de afinación de estos y la tiorba, algo habitual en este tipo de instrumentos sobre todo cuando se tañen en lugares con bruscas variaciones de temperatura como son las catedrales. Echando mano de un repertorio lleno de rarezas napolitanas Florio mostró todo su poder de seducción directorial utilizando únicamente la sobriedad de su gesto y la puntillosidad de su estilo. Eje central El concierto tuvo como eje central tres Salve Regina de Porpora y Pergolesi, respectivamente, las cuales recordaron en exceso algunas composiciones vivaldianas, mientras Pergolesi dejaba una vez más al descubierto que en su famoso Stabat Mater hay mucho de la música de Provenzale, nacido ochenta y seis años antes, que de la suya. Lo más sobresaliente de la velada, después de la Capella, fueron las voces de la contralto Marita Paparizou cuyo oscuro timbre, excelente impostación y perfecta afinación, los revistió con las ornamentaciones propias de este tipo de composiciones apoyándose en una voz echa para deleitar. La soprano italiana María Gracia Schiavo, fue el otro plato fuerte de la noche con su gratísimo timbre de lírico ligero, que le permitió incursionar sin ningún tipo de dificultad en las zonas más agudas de la partitura como dejó patente en la Salve Regina final atribuida a Pergolesi. Un concierto de clausura para el recuerdo.