Diario de León

La piqueta destruye el esfuerzo de cientos de niños en un mural

Las obras para acondicionar el gimnasio del grupo escolar San Claudio acaban con una pintura realizada hace dos años en el patio del colegio, y subvencionada por el Ayuntamiento

Arriba, desperfectos en el mural causados por la obra. A la izquierda, el mural cuando se inauguró

Arriba, desperfectos en el mural causados por la obra. A la izquierda, el mural cuando se inauguró

León

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Más de seiscientos niños y un nutrido grupo de profesores pusieron todo su empeño artístico, en una labor que se prolongó durante seis meses, en hacer un canto de colores a los derechos de los menores. Una composición coral en la que, a través del tiempo, cada pequeño podía contemplar su huella. Fue hace apenas dos años, en el patio del grupo escolar San Claudio. Bajo la dirección de Charo Acera, profesora de Volumen de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de León y madre de alumnos del colegio, tomó forma un mural de 110 metros cuadrados a través del cual la tapia gris del colegio se inundó de color. Poco ha durado el mural. Con el inicio del nuevo curso las obras de reforma en el gimnasio, que responden a la necesidad de construir nuevos accesos para la escalera de incendios, han hecho desaparecer buena parte de tan joven como bienintencionada iniciativa, y han deteriorado seriamente la zona que aún queda en pie. El sentimiento de quien fue el alma de este proyecto se resume en una palabra: desilusión. Las pequeñas gotas que cada tarde, durante medio año, dibujaron el canto a los derechos del niño se diluyen ahora en palmadas en el hombro y palabras apesadumbradas de consuelo. «Es una pena, pero ahí ni los profesores tienen voz o voto, no hay nada que hacer frente a este tipo de proyectos». El director del grupo escolar, Aladino Fernández García, matiza en primer lugar que la remodelación del gimnasio es un proyecto heredado del anterior equipo directivo. Y apunta también que la intención del actual es recuperar el mural una vez terminada la obra de albañilería. Volver a empezar. Pero el desencanto parece, de momento, demasiado grande. «El mural se hizo por amor al arte, fue un proyecto emocionante; pero no es la primera vez que nos pasa esto. En el fondo, lo que ocurre es que las cosas que se hacen desinteresadamente, gratis, carecen de valor para las instituciones. Lo haces por los niños, por fomentar los valores de integración, ellos ponen su esfuerzo, pero luego la sociedad no lo valora». ¿Se puede repetir la obra? «No sé si tiene sentido, si se valorará esta vez», comenta resignada la profesora. La realización del mural fue avalada por la Fundación Vela Zanetti, que coordinó las ayudas, procedentes en parte de la asociación de padres y alumnos pero, sobre todo, de una subvención de la entonces Concejalía de Educación. Un montante económico no demasiado abultado, pero está claro que en este asunto el debate no se centra en el gasto. El secretario de la Fundación, Eduardo Aguirre, explica que el arte público admite dos posibilidades: puede tener voluntad de permanencia o bien ser una obra nacida para ser efímera. Sin definir en cuál de las dos categorías debería incluirse el mural del colegio San Claudio, sí destaca que tanto el artista como el Ayuntamiento, que lo financió, y la fundación, que lo respaldó, debían haber sido consultados antes de proceder a su destrucción. «Fue una iniciativa que nació para educar, y para promocionar los derechos del niño. Lo pintaron los alumnos y los profesores, y eso merecía al menos el respeto de haber comunicado o consultado su desaparición», añade. Lo cierto es que ahora buena parte de aquel mural ha desaparecido, apenas unos meses después de que su mensaje hubiera empezado a ser contemplado por los alumnos del colegio público. Si conviene realizar otro mural para sustituirlo, o dejar las cosas como están, son cuestiones que pertenecen ya a otro debate. Más que malestar, es desaliento el sentir que se respira entre quienes fueron sus impulsores y protagonistas. «La parte que se conserva queda ahora agrietada y maltrecha. Cualquier día la pintarán de gris y todo se olvidará», lamenta Acera. Otro muro gris donde hubo todo un mundo de esperanza y color.

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