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El retorno del rey

El pianista Gianluca Cascioli ofreció en León uno de sus grandes conciertos, brindando al público algo lleno de personalidad, talento y honestidad, mucho para los tiempos que corren

El pianista italiano en un momento de su actuación

El pianista italiano en un momento de su actuación

Publicado por
M. A. Nepomuceno - león
León

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Gianluca Cascioli ha regresado a España en una de las giras más esperadas de su apabullante carrera, para hacer las delicias de muchos jóvenes y no tan jóvenes pianistas con su inimitable y desgarbado estilo. En León, Cascioli mostró una vez más su inagotable vena perfeccionista ensayando durante varias horas antes del concierto y buscando hasta la más oculta sonoridad en el Bösendorffer a base de girar las ruedas delanteras hacia posiciones insospechadas. «De esta manera, -dijo-, se realza el sonido algo más en un piano que no sirve para determinadas obras por las zonas oscuras que tiene». Ante un Auditorio que cada vez da más pena verlo -porque la mayoría de los días no se alcanza ni la media entrada  aunque sean conciertos estelares-, Cascioli ofreció un recital de los que dejan un grato recuerdo en los que nunca antes lo han visto y vuelve a poner al descubierto las deficiencias en materia de comunicatividad que el joven prodigio turinés posee. A estas alturas de su corta pero densísima carrera, nadie va a descubrir sus inagotables facultades y las excelencias preciosistas que despliega en cada uno de sus conciertos, en los que  aúna inagotable fantasía, un sentido prodigioso del tempo y una facilidad expositiva clarividente, pero también deja al oyente experimentado con esa sensación de que unas cuantas frases redondas, un empleo del pedal perfecto y unos ataques modélicos no justifican la tremenda frialdad expresiva que emana de sus ejecuciones. Todo es casi perfecto, todo está en su lugar, el virtuosismo rezuma por sus dedos pero se queda ahí, o al menos esa es la impresión que me produce cada vez que le escucho en directo: siempre salgo con la sensación de que se me ha escamoteado algo en su glamurosa ejecución. Cierto es que las sonatas para piano de Beethoven presentan sonoridades audaces y un lenguaje expresivo característico de la entonces revolución romántica, pues sólo con oír la op.31 nº 2 , La Tempestad , o La Caza , dos de sus mejores composiciones de este período, nos encontramos con exigencias sin precedentes en lo que a virtuosismo pianístico  se refiere. Cascioli las resolvió con esa facilidad que sólo los elegidos poseen, otorgando a las figuras de arpegios (ejecutadas a altas velocidades de forma ascendente o descendente), esa vitalidad y dominio característicos de la personalidad musical del turinés. La elegancia dieciochesca que encierran las del opus 2, y en concreto la nº 1 que escuchamos,  fue servida por Cascioli, entre ajustes de gafas y gestos de desgaire, con ese toque de divismo que a veces se le escapa si darse cuenta entre frase y frase, para hacer de cada uno de sus conciertos algo lleno de personalidad, talento y honestidad, mucho para los tiempos que corren.

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