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| Crónica | Adiós a Currito |

Ángeles para un torero

Eugenio Morchón, Currito, falleció ayer después de toda una vida dedicada al mundo del toro, desde los sueños de la niñez hasta su carrera como subalterno y su época final como asesor

Eugenio Morchón, Currito, en los inicios de su carrera taurina

León

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Quizá Currito no llegó nunca a cumplir su sueño de torear como los ángeles, pero está claro que los ángeles estaban de su parte. Y, de su mano, de parte de todos los toreros que en los últimos años han hecho el paseíllo en la Plaza del Parque. Él se encargó con esmero y con empeño de que así fuera. Mientras otros buscaban el relumbrón de los halos del traje de luces, Eugenio Morchón extendía la luz inmensa de sus ojos azules por la capilla que hizo suya, para que no faltara flor ni detalle. Para las estrellas del toreo, flashes y ovaciones. Para el hombre solo ante la fiera, capilla. Para que los hombres encerrados en sus trajes de seda y lentejuelas se encomendaran y espantaran el miedo, el espacio de Currito. Si sabría Eugenio Morchón de miedos. De noches enteras en trenes de mala muerte sorteando el frío envuelto en un capotillo, de fieras intolerables soltadas en plazas de pueblos, de cosos portátiles y ferias de todos los pelajes. De sueños propios y miedos ajenos. Del toro. Currito creció en aquel León en el que los niños jugaban al toro. Nutrida pandilla de alpargata con elevadas aspiraciones, de paseíllo airoso por la calleja, secundado por la chiquillería de maletillas. Probó suerte para maestro, y secundó aventuras de otros que también soñaron con ser figuras. Zapico, Pedrosa,... Aquella generación que vivió un León que respiraba tan taurino como para convertir sus expectativas en una plaza de toros de obra realizada por suscripción popular. ¡Olé! Tres cuartos de siglo Tres cuartos de siglo de torero, en los últimos años Currito paseaba su figura menuda y callada por todo el mundo del toro leonés. En sigilo, como queda de manifiesto al rebuscar en los archivos de fotos y el noticiero caduco. Ya al final de su trayectoria taurina, como asesor de presidentes de plazas. Cuántas tardes en el palco del Parque. Si hubo polémica, pasó sobre su cabeza cuando se agachó a arreglar las flores de su devoción allí en el patio de cuadrillas, segunda puerta a la derecha. Ni él perdió la dulzura ni su esposa, Ángeles, la sonrisa y el talante alegre. Ni sus cuatro hijos la afición. La herencia de Currito queda plasmada en una de las páginas más largas de la historia del toreo leonés. Torero desde la niñez hasta la muerte. Una página que no debe cerrarse con el olvido. Aquella capilla que hizo suya y entregó impecable a quien la quiso puede recoger un justo homenaje a su figura. León despide hoy a uno de sus toreros. Será a las 16.30 horas, en la Iglesia de Nuestra Señora del Mercado.

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