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| Entrevista | Fabián Estapé |

«Creo en la limpieza y en la rectitud leonesa de Rodríguez Zapatero»

Estapé, una figura imprescindible en la historia de España y afincado desde hace un año en León, repasa sus vivencias en el libro «El juego de vivir. Recuerdos de un economista»

El economista Fabián Estapé durante la presentación de su libro «El juego de vivir»

León

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Tiene 81 años pero vive instalado en la juventud. Personaje indispensable en la Transición, sus teorías económicas explican la trayectoria que ha seguido este país en las últimas décadas. Rector durante dos etapas en la Universidad de Barcelona, escritor y periodista -en abril cumplirá medio siglo colaborando en La Vanguardia-, se apasiona con la política. Militante de Comisiones Obreras y del PSC, posee un agudísimo sentido del humor. Acaba de publicar El juego de vivir. Recuerdos de un economista (RBA). -Ha sido profesor de muchos ministros, ¿a cuál recuerda especialmente? -A Ernest Lluch. Fue el mejor de los 34.000 alumnos que he tenido a lo largo de mi vida. -¿Lo dice sólo porque murió? -Y mientras vivió, también. Fue siempre el mejor. Nuestra relación maestro-alumno se transformó en una gran amistad y eso no cambiará porque fuera asesinado por ETA. -Es usted uno de los economistas que más ha influido en las doctrinas políticas de las últimas décadas, ¿qué le debe este país? -Quizá la contribución de hacer una administración de recurrsos más racional y despejar, sobre todo para la juventud, el futuro del país y asegurar su consolidación. -¿Cómo recuerda su época de rector en la Universidad de Barcelona? -En la Universidad, fundada en 1450 por Alfonso V, hasta mi época, he sido el único rector que he repetido dos veces. En mi descargo diré que si la primera (1969-71) fui nombrado por decreto del gobierno, la segunda (74-76), lo fui por la mayoría de mis compañeros de claustro. -¿Hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en consumidores? -Bastante. Hay una tendencia grande. Las dos palancas que mueven la economía de este país son el consumo privado y la construcción; y esto no es bueno. Entre las preocupaciones de mi amigo Solbes está diversificar. La ministra Espinosa, que no entró con buen pie, acaba de conseguir en Bruselas un buen acuerdo de pesca. Esto es muy importante. -Acaba de publicar «El juego de vivir», donde afirma: «Uno tiene la edad que admite tener y yo me he plantado en los 33...». -Me cayeron bien esos números. Sigo sin coger el tren de la vejez. Instalado en la juventud no me va mal. -¿Cuál es el secreto de su vitalidad? -Negarse a que las hojas del calendario te ahoguen. No estoy preparado aún para morirme, no entra en mis planes. -Como afiliado a CC.OO. y al PSC, ¿qué opina de la gestión de Zapatero? -Fui el primer rector de España que se hizo militante de Comisiones Obreras. La gente me decía: al menos, tendrás la adhesión de los bedeles. Creo que Rodríguez Zapatero hace lo imposible en un ambiente difícil. Tiene que pactar y transigir, no tiene mayoría absoluta como Aznar. Creo en su limpieza y en su rectitud leonesa. -¿Qué hace un enamorado de Barcelona y del Barça viviendo en León? -Me gusta la cultura leonesa. Mis nietos son de León, de pura cepa, y me encanta. Por cierto, que fui directivo del Barça entre el 59 y el 61 y ganamos dos ligas. Desde que vivo aquí, mis mejores amigos lo llaman mi increíble cura de juventud. Se lo debo a mi hija Elisa y a su marido, Manuel. Vine en noviembre del año pasado. El traslado es consecuencia del vacío inmenso y de la soledad que dejó mi mujer... -«El día que descubrí en qué consistía la crueldad hispánica, decidí acorazarme con prudencia y sentido del humor. Nunca he tenido vocación de mártir». Es de su libro «El juego de vivir». -Aprendí pronto que España es un país cruel. Quien más me lo enseñó fue el abuelo de Aznar. Era inteligente, cínico y brillante. Me dijo: «Este país sabe morder con las dos manos». Y era cierto, aquí te podían matar los de los dos bandos... -¿Por qué cree que los gobiernos de izquierdas tienen que ser más sutiles? -Pierden cosas por falta de formas. Estoy pensando en redactar un breviario de cómo tratar a la Conferencia Episcopal y a la Cope. -El día que murió Franco usted llamó al ministro de Educación para preguntarle qué hacía. Le respondío que ocho días de luto. Y usted dijo: «Eso ya lo sé. Me refiero a partir del noveno...». -No me contestó. Teníamos 322 alumnos sancionados y 99 profesores, entre ellos Lluch. A mí me expedientaron, pero aprovechamos las contradicciones del tardofranquismo. El ministerio no nos pidió nunca disculpas, pero nos dio salida. A los cinco años de expedientarme me nombraron presidente de un tribunal de oposiciones en Valencia...