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| Reportaje | Música y Solidaridad |

Un año nuevo sin Radetzky

El tradicional concierto de Viena recordó a las víctimas del maremoto del Índico y la orquesta se abstuvo de realizar sus chistes musicales y de gritar a coro el «Prosit Neujahr»

Publicado por
Wanda Rudich - viena
León

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La tristeza y el respeto a las víctimas del seísmo en el sudeste asiático han acompañado ayer los tradicionales valses del Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, que abrió así el 2005 bajo la batuta de Lorin Maazel. Cuando habitualmente, con este prestigioso evento, los músicos vieneses transmiten al mundo entero un saludo lleno de la alegre ligereza de los valses y polkas del siglo XIX, esta vez dejaron traslucir el trasfondo nostálgico y serio del esas obras. Al escucharlas, «siempre hay una ligera melancolía. Uno se sonríe, pero con alguna lágrima en los ojos», dijo el director de orquesta franco-estadounidense Maazel en declaraciones a la televisión pública austríaca ORF. Indonesia y Malasia, dos de los países más afectados por el fuerte maremoto que arrasó el pasado domingo en el sudeste asiático cobrándose la vida de unas 150.000 personas, están entre los «nuevos» países que este primero de año pudieron por primera vez disfrutar de la versión televisada del célebre concierto. Centrado en las obras de la dinastía de músicos austríacos Strauss, el Concierto del Año Nuevo de 2005 de la Filarmónica de Viena fue concebido como un doble homenaje al maestro Maazel, quien hace 25 años dirigió por primera vez este tradicional acto y el marzo próximo celebra su 75 cumpleaños. Modificación del repertorio Pero los trágicos acontecimientos y la preocupación por el incierto destino de millones de personas en la región siniestrada, entre ellas varios cientos de austríacos, ensombrecieron el espectáculo, aunque los filarmónicos decidieron no modificar el repertorio del programa planeado. «Necesitamos ánimo, necesitamos esperanzas para encontrar nueva energía. Quizás el Concierto del Año Nuevo pueda dar algo así», dijo Maazel, que dirigió este concierto por undécima vez. Los músicos sólo cancelaron la Marcha de Radetzky, un tradicional «bis» con el que cierran cada edición de este concierto, puesto que va siempre acompañado de rítmicas y alegres palmas del público. Además desistieron de hacer sus también tradicionales chistes musicales, ni tampoco gritaron a coro, como es costumbre, el Prosit Neujahr (el saludo austríaco para el nuevo año), aunque sí, «por fidelidad a las obras», hicieron los chistes o gracias que los compositores inscribieron en las partituras. Los filarmónicos vieneses interpretaron por primera vez varias obras poco conocidas, como la Marcha Indigo , con la que abrieron la primera parte del espectáculo, la Polka Haute Volée y Winterlust de Johann Strauss hijo, al igual que A la vienesa , polka a la francesa del compositor austríaco Josef Hellmesberger. En total, los músicos interpretaron doce piezas, en su mayoría marchas, valses y polkas de los Strauss, y el propio Maazel, además de dirigirlos, actuó también como solista con su violín, en la Polka-Pizzicato de Johann y Joseph Strauss. El concierto concluyó con el más famosos de los valses, El Danubio Azul , de Johann Strauss hijo, acompañado de una escena de baile dedicada al 50 aniversario de la soberanía de la II República de Austria y el 60 aniversario del fin de la II Guerra Mundial. Maazel recordó en un breve discurso que unos «cinco millones de personas» afectadas por la catástrofe necesitan ayuda urgente. «Tenemos que reconstruir lo que el hombre y la naturaleza destruye... Debemos esforzarnos por mantener la dignidad de la vida y usar nuestros pensamientos y actos para llevar esperanza a todas las personas del mundo», dijo el maestro al comenzar el concierto.

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