Diario de León

Escritor

«La historia se falsea cada día»

Andrés Trapiello quita importancia en esta entrevista al premio concedido por los editores chinos, que acreditan su obra «Los Amigos del crimen perfecto» como la mejor del siglo XXI

Andrés Trapiello obtuvo hace dos años el Premio Nadal por esta misma obra

Andrés Trapiello obtuvo hace dos años el Premio Nadal por esta misma obra

Publicado por
Cristina Fanjul - león
León

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La novela Los Amigos del Crimen Perfecto del escritor leonés Andrés Trapiello ha sido galardonada con el Premio a la Mejor Novela Extranjera del siglo XXI de China. La novela ganadora del Premio Nadal en 2003 ya está a la venta en todas las librerías de China, un país que en los últimos años ha empezado a abrirse a la literatura extranjera. El premio es importante porque cada año se eligen obras de gran nivel literario o que reflejen de forma especialmente viva la actualidad social. -¿Cómo se le queda el cuerpo después de saber que una novela suya ha sido proclamada la mejor del siglo XXI en China? -Me acabo de enterar, pero creo que todas esas noticias se sobredimensionan. Puede que se refieran a su propio siglo. Mire, hay algo muy curioso en todo esto. El editor de mi libro en China es el responsable que, en los años sesenta, estaba al cargo de una revista a la que estábamos adscritos varios amigos: Pekín informa . Fue una época durísima para nosotros por nuestro compromiso maoísta y resulta simpático que cuarenta años después sea la persona que dirigía esta publicación la que se encarga de mi obra en China. -Y ¿qué se le pasa la cabeza cuando tiene delante un mercado de 1.300 millones de lectores? -Les estoy muy agradecido, pero créame, no es tan importante y no se deben sacar las cosas de quicio. -¿Cree que le ocurre como a Gala, que tiene miles de compradores pero no tantos lectores? -No creo. Estoy seguro de que quien me compra me lee; además, tengo el convencimiento de que mis libros se prestan. Me muevo en unas cantidades aceptables. -Su obra pasó de ser leída por una minoría a formar parte del boom editorial. Ha sido alabada por lectores casi divergentes. Le adora la izquierda y es autor de cabecera de alguien como José María Aznar. -Me estoy enterando de cosas que desconocía. Pues mire, lo que tengo que decir del hecho de que el ex presidente se encuentre entre mis lectores es que tiene gusto literario. Le doy las gracias, porque no resulta fácil encontrar un lector fiel. Sería igual si me dijera que se trata de Ho-Chi-Min. -Hombre, no me diga eso, creo que no se puede comparar. -No, no, mire, a lo que me refiero es al hecho de que todas las novelas literarias aspiran a ser leídas por muchas personas, y los lectores completan las obras, no las hacen ni mejores ni peores. -¿Considera que con la literatura pasa como con el arte contemporáneo? -En absoluto. Estoy convencido de que la literatura pasa por un momento importante de sensatez. Lo que ocurre con el arte contemporáneo es que sólo se sostiene por el dinero público porque nadie en su sano juicio se gasta dos millones en poner una instalación de luces en su casa. El arte actual es mercado y especulación. Eso no ocurre con la literatura. La gente no juega con el dinero. -¿Por qué esa manía de volver una y otra vez a la Guerra Civil? -Es natural. Se llevó por delante muchas vidas; se resolvió en falso. Los que perdieron creían que tenían la razón y los que ganaron pensaron que el comienzo de la guerra había sido ilegal. La gente cuestionó una y otra vez lo que ocurrió. Hemos vivido con la guerra en casa. Tolstoi escribió Guerra y Paz sesenta años después de la invasión de las tropas napoleónicas. Es un buen momento para acercarse al pasado, porque ya tienes la capacidad suficiente para relativizar. -¿Qué le parece el revisionismo que se está desarrollando por parte de muchos historiadores? -Me parece bien. La historia habla sobre hechos del pasado, pero nunca se puede cerrar. La gente necesita enterarse de lo que pasó porque quiere respuestas nuevas. -¿Se puede falsear o maquillar la historia? Se lo digo a propósito del encuentro de Juan José Ibarretxe con el presidente del Gobierno y la fábula nostálgica que se han creado muchos sectores del País Vasco. -Claro que la historia se puede falsear. Ocurre cada día. En este sentido, Fernando Savater escribe hoy mismo -por ayer- en El País un artículo brillante en el que viene a desarrollar precisamente este tema. Ya desde el mismo Aristóteles se trata de una disciplina poco científica. Y el porqué hay que buscarlo en el hecho de que es una materia en la que entra en juego la intuición y la sensibilidad de quien escribe e investiga. Es como la vida. Se puede decir que Andrés Trapiello ha pasado a formar parte de un gotha literario muy especial. Gracias a su obra Al morir Don Quijote , se ha sumado al grupo de pensadores y novelistas que se han servido del mito literario por excelencia para desarrollar el suyo demostrando con ello tan vez que, como decían sobre los griegos, todo lo que escribas, lo habrá escrito antes Cervantes. -¿Se puede escribir una novela acerca de qué ocurre con Don Quijote cuando éste muere? -Se habría debido hacer hace mucho tiempo porque las novelas nunca se terminan de contar, no se acaban cuando se pone la palabra fin. La sombra de Don Quijote planea sobre todos los personajes: lo hace sobre Sancho, sobre su sobrina... y lo hace porque es una figura muy importante para ellos. Una persona no acaba cuando muere, sino que vive mientras nosotros lo hacemos. Eso ocurre con la gente importante, con la gente moralmente importante. Y es, además, la base de la literatura. -¿Con qué Quijote se queda: con el de Ortega o con el de Unamuno? -Ortega escribió únicamente de Ortega y Unamuno tiene momentos brillantes. Pero, si he de elegir, me quedo con Azaña y Américo Castro. -¿Sobre qué versa «El jardín de la pólvora»? -Es el tomo número trece de mi diario, un diario que se va haciendo cada año. Es la novela de la vida cotidiana y responde al hecho de que quien tiene una vida tiene una novela. -Y ¿ya sabe cuál será el tema central de su próxima novela? -Por supuesto, pero por el momento seguirá en mi cabeza. Permítame no adelantar nada.

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