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| Crítica | Música |

Una muestra de elegancia y sensibilidad

El Cuarteto de Casals brindó al público del Auditorio «Ciudad de León» un denso y revelador concierto

Los componentes del Cuarteto en un momento del concierto

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Con tres cuartos de entrada, algo muy estimable para un grupo de cámara que ya quisieran para sí algunas de las orquestas que habitualmente recalan en el Auditorio, el Cuarteto Casals puso en atril tres obras de compleja ejecución y de mucha más enjundia de lo que en un principio podía parecer: el Cuarteto nº 10 en mi Bemol Mayor , op 74, Las Arpas de Beethoven, el Cuarteto nº3 en Fa Mayor de Shostakovich y el Cuarteto nº 13 en la Menor, op.29 de Schubert. Se trata, sin duda, de tres obras de estilos muy definidos y un rasgo en común: la sobriedad expositiva. Abrió la velada el Cuarteto nº 10 en Mi Belmol Mayor del autor de Fidelio , bautizado como Las Arpas , en uno de los ejercicios más ingenuos y de peor gusto de alguien, que a buen seguro, se pondría apodo hasta a sí mismo. La razón de tan lúcido sobrenombre se debe al hecho de la profusión de arpegios en pizzicato que salpican aquí y allí la obra y que al señor de marras seguro que le llamó la atención de forma tan poderosa  que no se cortó un pelo y como el gregarismo unido al papanatismo cultural da alas para semejantes alardes de genialidad, pues así lo bautizó y le otorgó semejante apodo que es con el que se le conoce infaustamente hoy día. Aparte la anécdota, lo cierto y lo realmente importante es que el Cuarteto Casals realizó un extraordinario concierto lleno de elegancia y sobriedad, destacando la labor de la concertino Vera Martines Mehner, quien expuso un adagio ma non troppo de forma admirable, haciéndolo cantábile en extremo resaltando los contrastes con el segundo violín y la viola de forma contundente y trasparente. El Cuarteto en fa Mayor de Shostakovich que siguió fue un alarde de humor, de imaginación y de libertad que el compositor ruso se permitió, en unos momentos en los que el régimen no le acuciaba para escribir sobre la gloriosa Victoria . El primer movimiento, un alegretto en forma sonata, estuvo servido con viveza y naturalidad, destacando su especial desenfado que otorga a cada instrumento un protagonismo especial a lo largo de  todo el primer tiempo. De nuevo Vera volvió a hacer gala de su consustancial virtuosismo para ofrecer una lectura llena de lirismo y de intensidad expresiva, mientras el violista Jonathan Brown entretejía su melodía en terceras descendentes reforzando la calidad del discurso. Destacó el Moderato construido en forma de rondó con un passacaglia incluido. La fermata con la que concluyó la coda, fue un alarde de exquisita limpieza en el violín primero que cierró su discurso sobre un coral al que se unieron el resto de los instrumentos. El cierre El concierto se cerró con otro delicioso cuarteto, esta vez el nº 13 en la Menor de Schubert, una suerte de recopilación de temas anteriores como la música del ballet Rosamunda que utiliza en el Andante, mientras que el Allegretto recoge un lied escrito en 1819 sobre un poema de Schiller. Destacó el Andante, de una ternura inquietante y el Allegro finale, llevado por el Cuarteto Casals de forma realmente sugerente y reveladora. Se trató, en suma de un excelente concierto servido por un grupo de altísima calidad.