Cerrar

De la fama a la cama

Donde Don Quijote invoca al marqués de Mantua y en su lugar aparece un campesino que lo recoge y lo trae de vuelta al redil, con santa paciencia

ABRALDES

Publicado por
Eduardo Riestra - redacción
León

Creado:

Actualizado:

Es sabido que este libro está lleno de arcaicismos, y mucha gente cree que dificultan la lectura haciéndola más árida. Lo cierto es que a mí me parece lo contrario. A mí, los arcaicismos me chiflan. En el capítulo de hoy, por ejemplo, en las primeras líneas aparece la palabra «montiña» por montaña. No me digan que no es estupenda. Parece el femenino de montiño, que como todo el mundo sabe, es el diminutivo gallego de monte. Ahora, si aplicamos una sencilla regla de tres aparecen palabras como «castiña» por castaña, «guadiña» por guadaña y, sobre todo, «Espiña» por España. Pero dejémonos de divagar y volvamos al tajo. Don Quijote, molido a palos y abandonado a su suerte, se sigue quejando, y pide ayuda, como hiciera Valdomir al marqués de Mantua, diciendo: «¡Oh noble marqués de Mantua, mi tío y señor carnal!». (También don Claudio Montenegro, tío lejano de Camilo José Cela, decía estar emparentado con la Virgen, y rezaba el rosario diciendo: «Dios te salve, María, parienta mía, llena eres de gracia...»). El caso es que según don Quijote declama sus conjuros, da a pasar por allí un labrador de su mismo pueblo (ya saben, el pueblo del disgusto, ese que Cervantes no quiere decir), que regresaba con su burro de llevar una carga al molino. Y claro, nuestro héroe decide que no es otro que el propio marqués de Mantua, y le sigue recitando su retahíla con gran entusiasmo. El campesino le presta auxilio y lo monta en su jumento, mientras el loco se identifica ahora con el moro Abindarráez, que el alcalde de Antequera, Rodrigo de Narváez, prendió y llevó cautivo a la alcaldía (toma nota, Corina). Pero ni Mantua ni Narváez, que el campesino se llama Pedro Alonso y recuerda al desgraciado caballero que no es más que el señor Quijano. Don Quijote responde como pudiera hacer el mismísimo don Manuel: «Yo sé quien soy, y sé que puedo ser no sólo los que he dicho sino todos los pares de Francia y aun todos los nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por si hicieron, se aventajarán las mías», (sin condón). Bueno y ya a partir de aquí el campesino devuelve a don Quijote a su casa, donde lo reciben el ama, dando voces, la sobrina, el cura que tiene por nombre Pero Pérez, y el barbero que se sigue llamando Nicolás. Se queja la sobrina de que esto se veía venir, que últimamente su tío se pasaba las noches con un libro en una mano y la espada en la otra, y repartía mandobles a diestro y siniestro, como el capitán Haddock con las memorias del caballero de Hadoque. Y entre quejas y lamentos lo meten en la cama y se preparan para lo que vendrá la próxima semana.