Diario de León

Y Butterfly paseó por la quinta avenida

La compañía 2001 presentó un elenco de cantantes pobre e irregular y una puesta en escena poco creíble en el Auditorio

Una escena de la ópera de Puccini

Una escena de la ópera de Puccini

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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No recuerdo haber visto una buena versión en España de la que se dice obra maestra de Puccini, al menos no desde 1972. La que subió al escenario del Auditorio el lunes la compañía Ópera 2001, siguió esa tradición de funciones de «andar por casa» y esa casa hacía además aguas en muchos aspectos de su producción. Pero vayamos por partes. Los decorados invariables a lo largo de los tres actos, como exige el guión, estuvieron, a mi entender mal colocados para aprovechar el reducido espacio escénico del Auditorio. La regia careció de imaginación, y los anacronismos en el vestuario se hicieron sentir de manera ostentosa, con una Butterfly, que canta en traje de corte americano el hermoso Un bel di vedremo sentada en una silla, mientras espera en lo alto de la colina la entrada del barco de su marido en la bocana del puerto de Nagasaki. Nunca debió dejar el quimono por esa otra prenda y nunca debió permitir la regista que Suzuki, la criada, pareciera más señora, vestida a la manera tradicional japonesa, que la propia Butterfly. Cio-Cio-San pertenece a una de las más rancias familias niponas con una educación geisha y una forma de pensar totalmente japonesa por mucho que nos intente vender Puccini la influencia americana en sus actos y palabras. Más parecía una hija del sol naciente de compras por la quinta avenida neoyorkina que una amante esposa japonesa enraizada en el siglo XIX. Pasemos a la orquesta. Reducida a la mínima expresión, los sonidos que salían del foso eran pobres, muy desafinados en el viento y correctos en la cuerda. La dirección de Chris Nance algo rápida, atendió perfectamente a las entradas de los solistas y el coro, éste, por cierto, un tanto desajustado, que cantó el hermoso pasaje del segundo acto a bocca chiussa con indolencia y poco matizado. En cuanto a las voces protagonistas, la Butterfly de la joven soprano coreana Park Sang Hee, que debutaba con esta compañía, se resintió de un molesto vibrato y entubamiento de la emisión a lo largo de toda la obra. Sin llegar a compenetrarse con el personaje que madura de niña de 15 años a mujer de 18, su instrumento de lírico-spinto mostró potencia y afinación, pero escasos matices en su línea de canto. Escénicamente correcta, interpretó Un bel di vedremo de forma lineal, poco sentida, mientras en el dúo del primer acto aplastó vocalmente al tenor, Guillermo Orozco, que se limitó a lanzar el vozarrón sin prestar ninguna atención a tantas sutilezas canoras que presenta su personaje. Su timbre de tenor lírico, hubiera necesitado algo más de levedad y se le hubiera pedido un poco más de dramatismo, de creerse el personaje. Su aria Addio fiorito assil, del último acto, fue de lo peor que he escuchado, con la voz mal colocada rozó el grito constantemente y destrozó este precioso arioso. En cuanto a Sharpless, tuvo en el barítono su mejor baza y fue escénicamente bastante creíble. Por último Suzuki, que escénicamente estuvo en su sitio, presentó un feo timbre de voz que no ayudó nada a su personaje, el resto de los comprimarios se limitaron a estar. Bien por el sobretitulaje y la iluminación. En general floja representación con protagonistas poco consistentes.

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