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Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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PARLAMENTO ES ese programa que La 2 dedica a la vida de las Cortes. No es un buen programa; no lo ha sido nunca. Porque parece elaborado para complacer a los grupos políticos, y no para ofrecer materiales divulgativos o informativos al público. Parlamento prestaría un buen servicio a la vida pública si adoptara por misión el contarnos qué hacen esas damas y caballeros a los que todos votamos (y pagamos) para que estén ahí; eso nos permitiría examinarlos en una especie de evaluación continua. Pero si todo consiste en ofrecer a sus señorías una tribuna suplementaria para exhibir las virtudes que sin duda les adornan, entonces el programa pierde todo interés. En otros términos: en Parlamento debería mandar TVE, no el Parlamento. Un ejemplo del exceso de oficialismo que aqueja al programa es el mecanismo de selección de quienes entran en debate ante la amable moderadora del espacio. A las voces de esos debates no se las selecciona en función del número de ciudadanos al que representan, sino según el criterio de que exista grupo parlamentario, por exiguo que sea. El resultado es llamativo: en los debates de Parlamento, un grupo que representa a medio millón de personas tiene exactamente el mismo peso que un grupo con once millones de votos. Consecuencia perversa: cuatro grupos que, juntos, no superan los cinco millones de votos, pongamos por caso, tienen cuádruple peso que un grupo que les dobla en votos. Así, por ejemplo, quien viera el debate de Parlamento sobre el Plan Ibarretxe llegaría a la conclusión de que toda la Cámara está de acuerdo con él, excepto dos grupos. Dos grupos que, sin embargo, representan a la inmensa mayoría de los ciudadanos. ¿Es sensato conceder exactamente la misma importancia a todos? Estos señores no están allí por el valor autónomo de sus opiniones personales, sino sólo en la medida en que su voz representa a un número concreto de ciudadanos. Y la realidad es que, en los debates de Parlamento, 20 millones de ciudadanos quedan sistemáticamente en minoría ante otros de diversos grado y origen cuyo número de votos es muy inferior, pero que, al disponer de grupo parlamentario propio, son beneficiados con el privilegio de un portavoz específico y en plano de igualdad. Parlamento debería introducir algún mecanismo corrector. De lo contrario, ofrecerá una imagen distorsionada de la democracia española.

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