Cerrar

De molinos y frailes

En que Don Quijote se enfrenta con cuarenta molinos, dos frailes y un tipo de Bilbao, pero el desenlace queda en suspenso

Publicado por
Eduardo Riestra
León

Creado:

Actualizado:

¿Sabían ustedes que el episodio más famoso de El Quijote ocupa apenas media página de la novela? Yo no voy a entrar aquí en que si eran molinos o gigantes. Ahora bien, suponiendo que fueran lo segundo, ¿por qué don Quijote se los quiere cargar sin mediar palabra? ¿Qué le han hecho a don Quijote los gigantes? La historia no la cuento porque ya la conoce todo el mundo. Sólo apuntar que los molinos eran treinta o cuarenta y don Quijote sólo uno. Hay que reconocer que le echaba valor. El caso es que, recuperados de la derrota, se dirigen a Puerto Lápice, que por ser lugar de paso lo será también de nuevas aventuras. Pero va deslanzado don Quijote, que le rompió la suya un malvado molino, y recuerda que un tal Diego Pérez de Vargas, al quedarse sin espada en medio de una batalla, se hizo con una rama de encina, con la que repartió mamporros y machacó los cráneos de tantos moros que pasó a ser conocido por Machuca, que quedó de segundo apellido de sus hijos, los Vargas y Machuca de toda la vida. Por su parte Sancho ataca con alegría la comida de las alforjas y el vino de la bota. Y paran a pasar la noche entre unos árboles, de los que el caballero obtiene su nueva lanza, y si bien Sancho duerme como un cerdito, don Quijote se mantiene en vela y en ayunas, para mayor gloria de Dulcinea. A la mañana siguiente siguen camino y se topan con dos frailes benedictinos con sendos criados a pie y junto con estos, una señora vizcaína en un coche con cuatro o cinco sirvientes a caballo, la cual se dirigía a Sevilla a reunirse con su marido. Total, que nuestro fenómeno decide que la mujer es princesa, y los monjes -como no podía ser de otra manera- unos viles secuestradores. Así que se planta como ya es costumbre, en mitad del camino y los amenaza de muerte si no deponen su actitud, y claro, como no hay actitud que deponer, el caballero -que más bien parece toro- embiste con entusiasmo, con el resultado de un monje en el suelo y otro escapando a toda velocidad. Sancho, que ya defiende sus intereses, se acerca al caído y comienza a desnudarlo, no para verle las heridas, no, sino para quedársele con la ropa (¿qué pensaría hacer Sancho con un hábito de fraile?), que es botín de guerra y por tanto le corresponde. Los criados, al verlo, lo muelen a palos, y entre tanto, uno de los vascos del séquito se encara con don Quijote. Aquí sí que la cosa se pone tensa. El bilbaíno, que habla como Jar Jar Binks (el que no sepa quién es que le pregunte a un menor), desafía al castellano, y se cruzan unos golpes de tanteo, hasta que don Quijote alza su espada con la mente puesta en su dama y toda la voluntad en la fuerza de su brazo? y se detiene la acción. Cambio de plano, como en el cine. Y no sabremos el desenlace hasta la semana que vien

Cargando contenidos...