Diario de León

Dos obreros identifican al acusado: «Llevaba algo que parecían libros»

La fiscal sostiene que el autor del robo conocía muy bien el Archivo

La defensa considera que pudo ser otra la persona que cometió el supuesto delito y recela de las pruebas El juicio afron

El acusado se cruza de manos durante la declaración del pasado martes

El acusado se cruza de manos durante la declaración del pasado martes

León

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La fiscal que acusa al funcionario T.C.B. de ser el presunto autor del robo de importantes documentos en el Archivo Histórico Provincial, dirigió la mayor parte del interrogatorio de ayer a encontrar entre los testigos pruebas de que el delito solamente pudo ser cometido por alguien que conociera bien los entresijos de la instalación y la ubicación de los libros sustraídos entre octubre de 2001 y enero de 2002. Por su parte, la defensa dedicó sus esfuerzos a probar que, aparte de su patrocinado, podría haber otras personas susceptibles de sospechosos, y de hecho, uno de los testimonios de la sesión, el de la subdirectora del centro, destapó un segundo supuesto inicialmente, luego descartado. La segunda jornada del juicio, que se celebra en la sala segunda de lo penal de León, hubo de ser suspendida a media mañana, tras agotarse de forma prematura el cupo de testigos previstos para el día. Por un error de interpretación, ayer estaban citadas siete personas, a petición del letrado de la Junta de Castilla y León, que, pese a que en un principio, había solicitado que se reservara el papel de la administración territorial sólo en calidad responsable civil subsidiaria, se encontró con que también contaba con el de acusación particular. Finalmente, rechazó la posibilidad de interrogar a los interfectos. Entre los siete testigos anulados por esta contingencia y otros tres o cuatro también eliminados porque a criterio de la fiscal, ya no eran necesarios, la sesión de ayer duró apenas hora y media. Del testimonio de F.J.F.D. uno de los fontaneros que trabajaba en las obras de remodelación del Archivos Histórico en la etapa en la que ocurrieron los hechos, se dedujo que al menos dos obreros vieron al imputado salir con «algo que parecían papeles y libros» si bien no pudieron precisar sus características, y que accedió al recinto usando llaves. I.B.M., jefe de obra, significó que acceder a la última planta sin ser personal del Archivo «era imposible, porque la puerta estaba trancada con candado». «Sólo cuatro lo sabían» La subdirectora del centro, E.M.M.F., cuantificó en cuatro el número de personas que podían saber dónde estaban los documentos más importantes «pero en torno a las fiestas de El Pilar, hice un recuento y todo estaba en su sitio». Apuntó que en principio, hubo un segundo sospechoso, descartado luego, y que en su día, preguntó al acusado si sabía algo de Proyecto del Alumbrado de León de 1913, una de las obras desaparecidas: «Me dijo que no sabía nada, pero luego el libro apareció en su casa». El momento emotivo de la mañana repitió argumento respecto al primer día. En la primera declaración, T.C.B. se emocionó al recordar que sufrió una crisis de angustia cuando, en una inspección ocular, pasó junto a un árbol en el que vivió en su día un episodio especial junto a su esposa, en recuerdo de lo cual, lloró amargamente. El funcionario de la Policía Nacional que le acompañaba en aquel momento dio fe de aquel episodio, y recibió el agradecimiento del encausado: «Gracias por el pañuelo» dijo ayer. «Fue el único gesto humano que he visto de la Policía» sostuvo el primer día.

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