Juan Pedro Aparicio: «Ante la vida siempre estamos con las manos vacías»

Llega de nuevo a la letra de molde y las resmas de papel la prosa fresca e imaginativa de Juan Pedro Aparicio, la visión lúdica y vitalista del mundo, la plasmación de personajes de caracteres extremados, esa visión doméstica de las cosas pero siempre abierta a la universalidad: el salto desde las avenidas de Madrid o las callejas de León a todo el globo es más corto de lo que habitualmente se piensa. La obra lleva por título La vida en blanco , dieciséis relatos breves que datan de distinta época y abordan diversa temática, aunque siempre hilvanados por el apego al terreno de la cotidianeidad, del divino devenir diario y de las pequeñas maravillas y peligros que afronta el hombre, a veces de forma inconsciente. En realidad se trata de su segundo libro de cuentos, el primero fue aquel El origen del mono y otros relatos , de 1975, con el que Aparicio se asomaba al mundo de la creación literaria: treinta años después y casi veinte libros más aparece esta compilación en la que también están incluidos textos de aquellos lejanos inicios. El autor de Retratos de ambigú marca las diferencias con respecto a aquella otra experiencia con el retrato corto: «Este libro cumple un papel inverso a aquel: en el primero se buscaban elementos futuristas, elucubraciones sobre el porvenir; en este caso es una reflexión colateral con respecto a mi propia vida». Y si se rescatan historias de, por ejemplo, los años sesenta, eso es porque «han sobrevivido muy bien», según asegura el autor. Desde el espíritu vehemente, desde aquel paisaje sentimental que rodeaba a un joven antifranquista llamado Juan Pedro, con todo lo que aquella época tenía «de aventura, espejismo y chifladura», como recuerda, el salto enorme hacia la madurez muestra una obra más centrada en el presente rabioso, la vida en la capital de España, «y hasta en el Real Madrid», informa. Revisión y reflexión La vida en blanco (editado por Menos Cuarto) toma su nombre de la constatación de la libertad personal, del hecho de que, como dice, «aunque parezca que la vida de uno está llena, siempre te encuentras con las manos vacías». Esa reflexión sobre la novedad diaria está narrada a través de diversos personajes, caracteres de los que, asegura, «siempre soy yo, y siempre son otros». Cuentos en primera persona que ejemplifican a la perfección la «gracia y la desgracia» del género: gracia por su brevedad e intensidad y desgracia precisamente por esa cortedad que hace que el lector «experimente un cierto shock cada vez que sale de uno y entra en otro». Algunos de ellos, por otra parte, aparecieron originalmente en prensa, es lo que su creador denominó Articuentos , término popularizado más tarde con éxito y que cuenta con elementos propios tanto del periodismo (su relación con acontecimientos reales y de actualidad) como de la ficción reveladora y sugerente. Ahora, Aparicio hace ya las maletas para marchar a Londres como director del Instituto Cervantes de aquella ciudad, un nombramiento que le ha hecho «rejuvenecer» y que ha recibido con entusiasmo: su objetivo es reforzar, a todos los niveles, «la presencia y el conocimiento de la cultura española en Londres». El autor de aquel Ensayo sobre las pugnas, heridas, capturas, expolios y desolaciones del viejo Reino, en el que se apunta la reivindicación leonesa de León (1981) también constata, no sin cierta pena, que «poco ha cambiado» desde aquella fecha en León y lanza la idea de elevar «un Museo de la Edad Media» con el fin de aprovechar uno de nuestros grandes valores, la historia». Hora: 20.00. Lugar: Gran Vía de San Marcos, 8.