La estatua

EN UN PAÍS tranquilo y normal, que se carguen una estatua ecuestre de su pedestal, ni merecería un breve en las páginas locales. Pero en un país de crispación permanente, que en Madrid retiren al dictador Franco, se convierte en noticia de informativos. Ocurrió cuando el jueves comenzaba sus horas, sobre las dos de la madrugada. Normal que el gesto no pasara desapercibido ya que debieron emplear grúas de alto tonelaje y colocarlas frente a unos Ministerios. Pero lo que debiera ser pasto de vecindario, se convirtió en algo más debido a un grupo de espontáneos que consideraron oportuno despedir la clónica figura, de nulo valor artístico, como tantas que sembraron este país durante décadas. Los tales consideraron oportuno despedirla con protestas hacia los operarios, aparte de obsequiarnos con un viaje al túnel del tiempo, levantando su brazo derecho a la romana mientras entonaban cánticos que habrán dicho nada o muy poco a espectadores que bajen de la cuarentena. Fue la razón por la que una anécdota se convirtió en noticia televisiva y con ello se amplificó a las ondas (con opiniones para todos los gustos, algunas de brocha gorda) y hoy a la casi totalidad de la prensa. Es lo que tiene la tele. De repente, Franco pasó de la ficción de hace unos días en Cuéntame cómo pasó, a una realidad que treinta años después todavía escuece...