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La diserción La Liga cristiana contiene la expansión del imperio turco

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León

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«...Después de que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: -Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparantes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían. Entonces sí que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin más vestidos que aquellos que eran menester para cubrir honestamente lo que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra...». ?ño 1550. Los turcos avanzan hacia Europa. Sus escuadras campan a sus anchas por el Mediterráneo. Rodas se encuentra ya bajo dominio otomano y un peligro real se cierne sobre Chipre y Creta, fundamentales en las rutas comerciales italianas. En 1570, Venecia comienza a construir cien galeras y se dispone a negociar con el Vaticano y España para tratar de frenar la expansión turca. Un año después se firma la Santa Liga: Venecia, España, el Papa, algunos estados italianos y la Orden de Malta se proponen «destruir y arruinar la flota del turco». Juan de Austria, hermano bastardo del rey de España, es nombrado generalísimo de la escuadra. La Liga reunió a 50.000 marineros y 31.000 soldados (20.000 españoles, 8.000 venecianos, 2.000 pontificios y mil voluntarios). El 16 de setiembre fue el día elegido para partir hacia la batalla, desde el puerto de Mesina. El día 27 las galeras cristianas llegaron a Corfú. La batalla de Lepanto tuvo lugar el 17 de octubre de 1571 a la salida del golfo de Patrás. La escuadra cristiana ocupaba un frente de más de seis kilómetros de largo, dividido en cuatro cuerpos. La formación turca era parecida. La nave Sultana fue la encargada de realizar el protocolario cañonazo de desafío. Los navíos izaron bandera de combate. La batalla duró poco más de cuatro horas. Todos pelearon con ardor. En dos ocasiones fueron rechazados los españoles del puente de la galera real turca, pero en una tercera aniquilaron a los turcos que la defendían. La victoria fue para la Liga cristiana. Los bajas turcas ascendieron a 25.000. Por su parte, la Liga había perdido solamente doce galeras y tuvo 10.000 muertos (7.600 en la batalla y el resto como consecuencia de las heridas, muchos de ellos por flecha envenenada) y 21.000 heridos. La noticia de la victoria de las tropas cristianas le llegaron a Felipe II veinticuatro días después de la batalla. Pero la Liga duró poco. Se disolvió a la muerte del Papa Pío V, en 1572. Los turcos no tardaron en recuperarse.

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