Una vida difícil y marcada por la enfermedad
A pesar del éxito, no tuvo Julio Verne una vida fácil ni feliz. Si en su juventud sufrió constantes crisis de melancolía, en la edad adulta y la madurez su extenuante ritmo de trabajo le procuró una parálisis facial. Fue además diabético y perdió por esta afección la vista y el oído. Tuvo con su hijo Michael los mismos conflictos que él vivió con su progenitor. Lo echó de casa y lo internó en un reformatorio. Sufrió además la agresión de su sobrino favorito, Gastón, que en un ataque de demencia le disparó dos veces a quemarropa y le causó una cojera.