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| Perfil | Un viajante incansable |

Leonardo de la literatura y padre de la ciencia ficción

Julio Verne fue uno de los últimos hombres renacentistas europeos; un soñador que consiguió predecir en su imaginación algunas de las conquistas científicas más importantes de la humanidad

Verne es autor de una obra de 20.000 páginas

Publicado por
M. Suárez - parís
León

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Fue un Leonardo Da Vinci de la literatura. Su privilegiada imaginación, aliada con la lógica y el estudio, casó la ciencia con la ficción. Unió saber, aventura y fantasía para crear un género, la novela de la ciencia, y anticipar la llegada del hombre a la Luna, el uso de la electricidad, o ingenios como el submarino, el metro, el helicóptero, la televisión, los satélites, el fax o los teléfonos móviles. Verne publicaba en 1865 De la tierra a Luna , 113 años antes de que el ser humano pisara la superficie lunar y anticipando muchos detalles que se revelarían tan ciertos como precisos. Pero sus vaticinios científicos, geográficos, sociológicos, económicos y políticos, se sucedieron con notable acierto a lo largo de toda su obra. Lo tenía muy claro alguien que con 20 años escribía: «La imaginación. Ni una locomotora ni una chispa eléctrica puede ir más deprisa». Fue autor de una obra extensa, más de 20.000 páginas en casi un centenar de libros traducidos a 112 idiomas que hoy se siguen reeditando y vendiendo, lo que le convierten en uno de los autores más leídos del mundo. Jules-Gabriel Verne Allote había nacido en Nantes el 8 de febrero de 1828, como primogénito del abogado Pierre Verne. Con once años escapó de casa para embarcarse como grumete hacia la India. Atrapado por su padre en el mismo barco, fue encerrado a pan y agua. Su progenitor le azota y le obliga a jurar que a partir de entonces sólo viajaría a través de la imaginación y la fantasía. Malvive en una buhardilla parisina, pero no deja de estudiar química, botánica, geología, mineralogía, geografía, oceanografía, astronomía, matemáticas, física, mecánica o balística. Sin medios, se alimenta de pan y leche para poder comprar libros. El editor Pierre-Jules Hetzel le rescata al publicar en 1863 Cinco semanas en globo , convertida en un éxito rotundo tras el rechazo de una quincena de editores. Ahí empieza su fama, aunque su vida no fue fácil.