La ministra destacó la labor de apoyo al libro y a la lectura desarrollada por el suplemento literario dirigido por Alfonso García
Carmen Calvo entrega a Diario de León el Premio al Fomento de la Lectura
«Cervantes continúa vivo provocando siglo tras siglo la admiración de Sancho, ese hombre pobre que ve la luz». Con estas palabras Félix Grande ponía el broche de oro al discurso con el que aceptaba -en nombre de todos los galardonados- el Premio Nacional de las Letras Españolas. El Círculo de las Artes de Lugo acogió ayer la ceremonia de entrega de estos galardones, celebración en la que también se honró -en el apartado Fomento a la Lectura- el trabajo realizado por Alfonso García, director del suplemento de literatura del Diario de León Filandón. Juan Manuel de Prada, Chantal Maillard, Javier Goma, José Sanchís Sinisterra, Gustavo Martín Garzo, Julio Valdeón, Mario Merlino, Juan José del Solar, e Hiperíon Ediciones S.L fueron el resto de los premiados. La ministra de Cultura, Carmen Calvo, manifestó que estos galardones reconocen la dedicación de muchos años de unos escritores «cargados de prestigio, de vida» y se refirió al Filandón al destacar la labor de apoyo al libro y a la lectura desarrollada por el suplemento literario dirigido por Alfonso García. Además, explicó que los premios se concedían en Galicia por ser ésta una comunidad unida espiritualmente a la Cultura europea a través del Camino de Santiago. El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, redundó en esta idea y privilegió la aportación cultural de Galicia, «que dio esplendor al Barroco en los siglos XVII y XVIII». El discurso de Grande Sin duda fue el discurso de Félix Grande el que más admiración concitó. El escritor realizó un alegato en defensa de la poesía y desgranó -sirviéndose para ello de la grandeza de Cervantes- las razones por las cuales a pesar de las prisas la inspiración que la lírica presta a la vida sigue siendo necesaria. Para ello, fue tejiendo una balada con el hilo argumental de la transcendencia que para la humanidad debe tener la tradición y el testimonio legado por los millones de creadores que han ido levantando la obra poética. Grande describió al poeta como un ser sediento de amor y manifestó que la poesía permite al hombre conservar un legado histórico en medio de una vida que siempre resulta «casual», «brevísima», «destinada al adiós y al olvido». Se refirió al hecho cierto de que cada poeta no es sino el heredero de todos cuantos le han precedido y añadió que el lenguaje no se poseé, sino que se dispone de él en usufructo. «Sin las palabras titiritaríamos en una desnudez infernal, en una soledad descomunal, en medio de un naufragio pavoroso», dijo, antes de resaltar el hecho de que el lenguaje es el consuelo con que contamos para curarnos de la fragilidad. Se refirió también al hecho de que las letras anteceden a los poetas con mil años de historia, con lo que nadie puede apropiarse de ellas. Citando a Luis Rosales, añadió que las emociones, como el lenguaje, nacen en la fuente remota del sentir colectivo. «No somos sino sus favorecidos; sentir y hablar son dones, son nuestra herencia y nuestro privilegio». Al tiempo que redundaba en el carácter pasajero de los hombres y sus juglares, destacaba que gracias al verbo, la humanidad se convierte en una presencia milenaria, abraza la inmortalidad, aunque sin perder su carácter momentáneo. Grande se sirvió del aforismo de Ortega -el tigre de hoy no es más tigre que el de hace mil años- para separar al hombre de la repetición a la que la naturaleza obliga al animal, -que no hace sino seguir un «tránsito de lo oscuro a lo oscuro»- y destacó que la humanidad lo es porque se alimenta del barbecho de siglos. El poeta cerró su tapiz explicando que Sancho vió la luz gracias a la poesía que le brindó Cervantes a través de la locura de su caballero. «La poesía permite al hombre conservar un legado histórico en medio de una vida destinada al adiós y al olvido» FÉLIX GRANDE