INTERFERENCIAS
Magna
MAGNA ceremonia fúnebre la del Vaticano. Magna y global, un hito para la historia de la televisión porque nunca un acontecimiento alcanzó tal repercusión en el terreno de la comunicación. Tres horas largas que habrán provocado la envidia de un Scorsese o un Coppola ante semejante movimiento de masas en el imponente marco de la plaza de la Basílica, y la vistosa coreografía dispuesta por la Iglesia, que en eso lideran. Les saldría un filme impresionante, porque esa es otra. La tele recoge imágenes frías aún en su rica variedad de planos, incluidos picados sobre el ataúd de Juan Pablo II y tomas desde helicópteros. Una standycan hubiera dado el punto. Sólo se escuchó la voz de Ratzinger, los cánticos y a los comentaristas. Lástima del sonido ambiente (los helicópteros policiales, seguro que impresionaban), de diálogos extraídos furtivamente al público, o entre los invitados ilustres e incluso a los cardenales. Hubiera sido un documento extraordinario, lejos de la sosería que no pueden mitigar ni la vistosidad de la figuración ni el atrezzo. Con todo, imposible evitar una cierta sensación de espectáculo mediático, alejado del rigor doctrinal. A ver que pintaba allí el afligido Bush, con varias condenas de muerte a sus espaldas como gobernador de Texas y declarando la guerra a Irak sobre una gran mentira. Todo para salir en la tele global¿ ¿O acaso sería una ceremonia magna sin ella?.