Voces que suenan desde la otra orilla
La Sinfónica de Munich, con Philippe Entremont como director solista, brindó un concierto amable y equivocado
Lo dicho. Orquesta Sinfónica de Munich, programa Beethoven- Schubert y director-solista de lujo, pues lleno asegurado. Nada que objetar. Luego, que lo que se escuche esté mejor o peor interpretado, que el programa sea ramplón y poco representativo de quien lo pone en atril y que todo lo que suena a Munich, Dresden, Berlín o Bayreuth tenga el marchamo de lo excelente, es sólo cuestión de gustos y estéticas. La formación muniquesa siempre ha gozado de una excelente reputación especialmente en lo que se refiere a las bondades de su cuerda, no así su viento, a veces demasiado estridente, a veces demasiado presente. Pero, de lo que no cabe duda es que sus lecturas suelen ser de la mejor calidad aunque, como viene siendo moneda común en León, a veces nos envíen algún meritorio que no consigue el nivel ni la calidad de sus colegas. Pero, como parece que es oro todo lo que reluce y a veces no pasa de ser mero latón, parece conveniente aclarar posturas, situaciones y primeras impresiones que suelen por lo general conducir al equívoco. En primer lugar, una formación como la de Munich, con un Entremont en el podio y el teclado, es un lujo que debemos agradecer, pero lo que ya no es de recibo es que nos sirvan programas que cualquier orquesta medianamente preparada y ensayada puede tocar a las mil maravillas y no nos pelemos las manos aplaudiéndola sólo por el mero echo de llevar nombre alemán. No confundamos a la Sinfónica de Berlín, que ya actúo en León con la Filarmónica del mismo nombre que dirigía Karajan. La Bayerische Runfund no es la Orquesta del Festpielhaus de Bayreuth, no. Por eso, se debe escuchar a la obra y a su intérprete, no con los ojos que leen, sino con oídos que escuchan y la Sinfónica de Munich, por el mero hecho de ser alemana, no es de caerse. Y tanto es así que en las Criaturas de Prometeo , con la que se abrió el programa, hubo varias pifias del viento como sucedió en el concierto de piano, aunque aquí el poco gusto de Entremont al interpretarla tapó otros defectos de forma y fondo sustanciales, aunque apenas se advirtió al ser él un gran pianista que sabe torear en el tercio que más le conviene. No corrió mejor suerte el concierto para piano, como digo, porque a los desajustes normales entre orquesta y solista se unieron los del instrumento, que pasó por momento verdaderamente bochornosos, y los de afinación lo que contribuyó a que Entremont se desentendiera un poco de la orquesta y se centrara más en su lucha a brazo partido con el teclado que se le iba y se le venía como alguien apuntó. La Sinfonía quinta de Schubert en general bien, con problemas leves en la madera, pero sonando con afinación y equilibrio. A destacar la colocación original de las cuerdas con las violas en primera posición y los chelos en segunda. El sonido volvió a ser gratificante gracias a que la mampara del fondo permaneció levantada, algo que se puede hacer sin tanto lamento y no porque se celebre un congreso. Lo que convendría revisar es el sistema de refrigeración porque el calor llegó a ser insufrible. Cuando hace frío no calienta y cuando hace calor no enfría. ¿Será por lo de los motores estropeados? Pues va a ser que si.