Los frescos de Goya en La Florida recuperan su brillo original

Dieciséis años de minucioso trabajo y una inversión de más de un millón y medio de euros han sido necesarios para devolver su esplendor original a los frescos que Francisco de Goya y Lucientes pintara para la ermita de San Antonio de la Florida hace más de dos siglos. Situada al oeste de Madrid, en la ribera del río Manzanares, la ermita es uno de los hitos de la ruta goyesca. Las pinturas, elaboradas por el genio de Fuendetodos en 1798, habían acusado el paso del tiempo. Fueron ya restauradas en 1940 y habían soportado otras intervenciones en 1955 y 1977. Tres días antes de la festividad de San Antonio, el alcalde Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, se ufanaba de poder presentar el final de esta ansiada restauración en la que el consistorio que preside se alió con Patrimonio Nacional, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Ministerio de Cultura y el Instituto Nacional de Patrimonio Histórico. Estas instituciones habían firmado en 1987 un convenio para la restauración que fue renovado en 2002 por otros quince años. Los frescos ocupan una superficie próxima a los 190 metros cuadrados. Un 40 % de esa superficie pintada por Goya se había restaurado en una primera intervención que concluyó en 1993. Se intervino entonces en la estructura y las cubiertas del edificio, en las bóvedas bajas laterales, los semilunetos de las ventanas y tres de las pechinas que soportan la cúpula. No se tocó entonces la bóveda central de la recoleta iglesia, que es la que se ha renovado en estos años. En ella pintó Goya el motivo principal de su decoración, el milagro de San Antonio de Padua acaecido en Lisboa pero que el pintor reinterpretó en clave madrileña. El santo retratado por Goya devuelve la vida un difunto de cuya muerte le acusaban para demostrar a su padre su inocencia. Sobre esta cúpula central trabajaron los restauradores entre 2001 y 2003. Para aquella fase de la restauración se utilizó un plataforma elevadora móvil que se retiraba durante los fines de semana y que permitió contemplar la pinturas durante el tiempo que duraron los trabajos.