| Entrevista | Fernando Domecq Solís |
«En un mes Desocupado estará cubriendo en la finca» Larga vida al indultado De peñas y penas
El ganadero asegura que está viviendo la mejor temporada de su vida, y apuesta por criar toros que «quieran coger», en los que la velocidad importe más que el tamaño o los pitones
«Dentro de un mes Desocupado estará placenteramente ocupado cubriendo hembras en la finca, porque se va a recuperar enseguida». Fernando Domecq recibía ayer felicitaciones y abrazos mientras toreros y cabestros se esforzaban por devolver al octavo toro de la tarde a los corrales, donde los veterinarios le extrajeron las banderillas, le dieron antibióticos y le pusieron vacunas antitetánicas para cerrar las heridas de la lidia. Heridas que, según el ganadero, cerrarán a buen seguro, porque el toro indultado ayer en el Parque tiene juventud y fuerza para volver a la finca en plenitud de facultades. Le van a hacer falta para su nuevo «empleo» como semental, con el que, en palabras del orgulloso propietario, «estará placenteramente ocupado durante mucho tiempo». -¿Cómo se encuentra Desocupado, de vuelta en los corrales? -Como para tragarse otros cien muletazos. No necesitará mayores cuidados que los que le están proporcionando, y mañana mismo (por hoy) volverá a la finca para iniciar su nueva vida. Una vida que se ha ganado a pulso. -¿Qué cualidades destacaría de este toro, qué le ha gustado más? -Sus ganas de coger, y que siempre cogía los engaños por abajo. Además, que terminó embistiendo mejor de lo que lo hacía al principio, y eso es un comportamiento de toro bravo. Cuatro toros bravos -¿Cómo valora el conjunto del encierro que trajo a León? -Ha sido muy importante en su conjunto, aunque no bien distribuido entre los toreros. Ha habido cuatro toros extraordinarios, y les han tocado a César Rincón y al Fandi. A mi personalmente el que más me ha gustado ha sido el segundo de Rincón, ha sido el más espectacular. Cuando terminó la faena el torero colombiano vino a abrazarme, y me dijo que con ganas se lo hubiera llevado a casa, que había toreado sobre todo para él mismo. De hecho, realizó una faena enorme, preciosa, profunda y con mucha verdad. Una faena que yo voy a recordar durante mucho tiempo, me ha encantado. En cuanto al primer del Fandi, al que se le pidió la vuelta al ruedo, parecía muy espectacular, pero tenía un punto menos que, por ejemplo, el primero que saltó al ruedo, que fue más bravo. Quizá un poco brusco en su embestida, pero si no hubiera salido en primer lugar el público lo habría valorado de otra manera. -Este no es un triunfo aislado de Fernando Domecq en esta temporada, de hecho lleva una racha importante de triunfos. -Sí, creo que estoy viviendo la mejor temporada de mi vida. Es una camada que me está dando muchas satisfacciones. -¿Es el fruto de muchos años de trabajo? -Y del empeño en defender un concepto de toro, de bravura. Siempre he defendido la necesidad de criar un toro que tiene que tener ganas de coger, que vaya aumentando su bravura a medida que transcurra la faena. -¿Se acercan estos toros al ejemplar ideal con el que sueña como ganadero? -El toro realmente bravo no tiene que ver con el tamaño, sino con la velocidad en la embestida. Ese es el camino que quiero seguir como ganadero, y se van acercando. En algún momento se entenderá que el futuro de la bravura está ahí, y que el aumento del tamaño de los toros, y del tamaño de los pitones, es un atraso, que se debe a intereses particulares que han hecho que la fiesta vaya por el camino equivocado. -Zalduendo ya es un hierro tradicional en la feria leonesa. A partir de ahora ¿lo será con más motivo? -Espero que sí, que volvamos muchos años. Y que podamos traer a los hijos de Desocupado, que den nuevos triunfos en esta plaza. Desocupado volvió a los corrales después de haber perseguido incansable la muleta del Fandi, que se lució con él también con el capote y las banderillas. Toro y torero fueron a más, y el pañuelo naranja perdonó la vida del de Fernando Domecq, que hoy volverá a la finca Moheda de Zalduendo, en Cáceres. La peña taurina «A portagayola» entregó ayer un trofeo al diestro Enrique Ponce en el hotel Alfonso V, poco antes de que el torero valenciano acudiera a la plaza del Parque. Abajo, monosabios y ayudas intentan incorporar al caballo de picar después de haber sido derribado por el que hizo quinto de la tarde, cuya lidia correspondió a César Rincón, uno de los grandes toros del encierro. Tras derribar, el astado puso en peligro a uno de los monosabios, que tropezó después contra uno de los subalternos.