El joven portugués y Hermoso de Mendoza salieron a hombros, mientras Luis Domecq se fue con división de opiniones
Arrasa el toreo a caballo de Ventura No hay tarde sin puerta grande
Manso encierro de Flores Tassara, que puso a prueba la pericia de los rejoneadores, con algún ejemplar que exasperó al público
Pablo Hermoso de Mendoza no decepcionó en su comparecencia en la feria leonesa, al contrario, encantó al público con algunos de sus más conocidos caballos, especialmente en su segundo enemigo. Sin embargo, el triunfador de la tarde fue Diego Ventura, un joven rejoneador que lució una monta vibrante y espectacular, puso la viveza que le faltaba a los toros y clavó con soltura y eficacia. Lástima su fallo con los rejones de muerte en el último de la tarde. La cruz de la tarde la tuvo Luis Domecq, en parte por el juego de los toros y en parte por ponerse al público en contra dejando en manos del peonaje la difícil papeleta de acabar con el primero. Desde luego el encierro de Flores Tassara fue en general muy deslucido, sólo se salvó el último. Diego Ventura se hizo presente en la plaza cuando la tarde parecía torcerse irremediablemente, después de ver pasar con pena a Domecq y sin gloria a Hermoso, y con un enemigo que, como habían hecho sus hermanos, se paró y manseó ya de salida. Después de dejar un rejón de castigo trasero, el joven portugués sacó a Nogal, un excelente caballo perla montado por un gran jinete. Con él enceló al toro galopando a dos pistas, quebró y le cambió el viaje por los adentros en ajustado espacio, citó adornándose con la mano el caballo y sorteó las embestidas a arreones del manso. Especialmente espectaculares los pares colocados de poder a poder, clavando con eficacia y vistosidad. La explosión de júbilo del público llegó con México, con el que colocó un llamativo par a dos manos adornado con sucesivas piruetas, muy jaleado. La ovación se tornó atronadora cuando colocó de manera vibrante tres banderillas cortas. Con el rejón de muerte falló en primera instancia, pero acertó al segundo viaje y el público pidió para él con fuerza las dos orejas que le abrían ya la puerta grande. En el último de la tarde salió el portugués criado en Sevilla a mejorar lo realizado en el primero de su lote. Le esperó a porta gayola, y auque el toro le siguió con poca codicia, desentendiéndose luego, resultó al final el mejor animal del encierro, y permitió el lucimiento de cuadra y jinete. Con Jaleo citó de frente en la distancia, y el toro se arrancó con alegría. No siempre clavó a la primera, pero las vueltas del toro muy cerca de los pitones animaron al público. Ventura se cuidó de no dejar que el toro desarrollara su tendencia a desentenderse del jinete, y se lució también en los quiebros. Sin embargo, el delirio en los tendidos llegó con Té, un tordo que citó repetidamente con alardes de monta que bien parecían un baile acompasado con el pasodoble que interpretaba la banda de Sahagún. Además de adornarse, clavó en general al estribo, citó con garra y resolvió con desparpajo, así que se metió a los tendidos en el bolsillo. Pero aún había más. Tenía que salir Guaraná, otro espectacular caballo con el que lució una vibrante monta, se dejó llegar mucho, clavó pares a dos manos y rosas, y ejecutó el popular teléfono. Uno de los momentos más emotivos de la tarde fue cuando con este caballo, la grupa en la cara del toro, citó volviéndose el equino hacia ambos costados, con un alegre paso de doma. Original y novedoso, fue respondido con una atronadora ovación. Parecía que tenía todo ganado Diego Ventura cuando se fue por el rejón de muerte, pero la que al final fue la mejor faena de la tarde quedó en una vuelta al ruedo por culpa de los aceros. Pinchó cuatro veces, ante el disgusto del público, antes de dejar más de media y luego otra entera. El toro fue ovacionado en el arrastre. Por la puerta grande le acompañó Pablo Hermoso de Mendoza, que no decepcionó a su legión de seguidores. Intentó encelar de salida al que hizo segundo de la tarde, que alternaba desconcertantes carreritas con parones en seco, hasta que sintió el primer rejón de castigo, se dolió y salió huyendo pregonando que era un manso. Intentó encelarlo con el banderín y sacarlo a los medios, sorteando como pudo los arreones del de Flores Tassara, que tan pronto estaba aculado en tablas como emprendía veloz viaje, lo que le costó a Hermoso algún tropezón a los caballos. En banderillas se dejó llegar mucho cabalgando a dos pistas, clavó con acierto y casi siempre al estribo y no pudo esquivar en todo momento las acometidas del toro, por lo que las monturas resultaron alcanzadas en ocasiones. Tuvo el mérito de conseguir que se quedara el toro en los medios, y tuvo especial repercusión su actuación con Chicuelo, con el que clavó con ajuste cabalgando de frente, citó con los cuartos delanteros y dio espectaculares vueltas en la cara del toro. Una actuación que tuvo repercusión en los tendidos. Remató con Nativo, con el que realizó alardes de monta, clavó las banderillas cortas y templó el ataque del toro, sobre todo cuando acometía a favor de querencia. Enterró por completo el rejón de muerte, pero el toro tardó en rendirse, en parte también por la reticencia del navarro a emplear la cruceta. La faena tuvo el mérito de encelar a un toro que salió manseando y acabó persiguiendo a las monturas, aunque tropezó a los caballos en varias ocasiones, pero la larga agonía del animal enfrió los ánimos y el premio se quedó en saludos desde el tercio. Pelear la puerta grande En el que hizo cuarto (que se llevó un machón de un burladero en su aparición en el ruedo) salió arreando dispuesto a no dejarse ganar la partida, porque Ventura tenía ya dos orejas en el esportón. Enceló al toro de salida con la cola del caballo y cabalgando alrededor, y después de dejar un rejón de castigo muy bajo dio algunos pases con la grupa del caballo que parecieron auténticos muletazos. Entonces hizo su aparición entre un murmullo de expectación Chenel, que fue recibido con una ovación. Con él corrió a dos pistas pegado al estribo, quebró en la cara y templó la incómoda embestida del astado, sin volver la cara después de resultar alcanzado. Uno de los más populares caballos de la actual cuadra de Hermoso de Mendoza hizo gala de poder al citar al toro y engancharle mientras templaba su embestida, acomodándose al irregular viaje del de Flores Tassara. Salió después Campogrande, espectacular en los remates con la grupa, pero sobre todo en los cites retando al toro cara a cara, hasta el punto de que casi se rozaban los hocicos. Torería indiscutible. Volvió de nuevo al ruedo Nativo para adornarse con corvetas y colocar, después de una laboriosa preparación, banderillas cortas a dos manos, de gran efecto en los tendidos. Remató de un metisaca trasero y estocada, y el público no se resistió a exigir su salida por la puerta grande. Sólo abandonó el ruedo a pie Luis Domecq, que renunció a intentar faena con un primero que más que manso o con defecto parecía de piedra. Ignoró a cabalgadura y jinete, se plantó en tablas y el jerezano lo despachó tras colocar sólo una banderilla. En realidad lo despachó la cuadrilla, a la que dejó la papeleta el rejoneador mientras él observaba la escena ya a pie y tras la barrera. Lamentable espectáculo de estocadas pescueceras, metisacas infamantes y descabellos sin acierto con monumental bronca, que por cierto, no correspondía al peonaje, porque la responsabilidad es del torero. En el cuarto intentó enmendar el disgusto del respetable, que le recibió con pitos, aunque acabó aplaudiendo las buenas intenciones. El toro tampoco hizo cosas buenas de salida, y era además blandito, lo que evidencio tras un primer rejón de castigo bajo y otro que dejó en mejor sitio. En banderillas clavó arriba citando de frente a un toro sin excesiva codicia pero fijo en el caballo, hizo alardes de monta ante la noblota embestida y no se dejó tropezar las monturas. Pinchó tres veces antes de dejar una casi entera trasera, y escuchó división de opiniones. Cuatro festejos mayores, cuatro puertas grandes. Han sido más los toreros que dejaron el coso del Parque en hombros que aquellos que tuvieron que abandonarlo por su propio pie, confirmando la racha triunfal de la feria leonesa. Al margen de la mayor o menor generosidad en la concesión de trofeos hay que aclarar que todos los que se otorgaron fueron exigidos con gran aparato sonoro y de pañuelos por el público. En total, de los diez matadores de toros y tres rejoneadores que han intervenido en la feria siete han salido por la puerta grande (Castaño, Jiménez, Rincón, Ponce, Fandi, Hermoso de Mendoza y Ventura), más el mayoral de Zalduendo; mientras que seis se han quedado sin triunfo suficiente: Luguillano, Valverde, Jesulín, Abellán, el Juli y Luis Domecq. Todo un éxito.