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Miguel Strogoff en LaMancha

En que don Quijote queda penando por los ricos de Sierra Morena mientras Sancho, cartero circunstancial, se dirige al Toboso con una carta inexistente El regreso del escudero por el camino r

Publicado por
Eduardo Riestra
León

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Atención todo el mundo. Don Quijote tiene una duda, que vamos a someter a la opinión del público lector. ¿Ustedes qué creen que debe hacer el caballero, imitar a Roldán en sus locuras de amor, o la desesperación y los llantos de Amadís de Gaula? Los que prefieran la primera respuesta que marquen la A y los de la segunda, la B. Ahora bien, les advierto que la cosa tiene su intríngulis, porque votar por Roldán es equiparar a Dulcinea con la ingrata Angélica, que durmió más de dos siestas con Medoro, el morillo de los cabellos rizados y paje de Agramante, y eso sería difamar a la doncella del Toboso. Por cierto que esa es buena: pásate la vida luchando gallardamente por la justicia y el amor para que venga el primer mindundi y te levante a la novia. Es como para loquear. Pobre Roldán. En cambio Amadís se retiró a penar amores a la Peña Pobre por verse desdeñado de la señora Oriana, no porque le pusiera cornamenta alguna. Que esa es otra. Si Amadís no le parecía suficiente, ¿qué pretendía esta dama, ligarse al rey Arturo? En fin, que mientras el caballero del la Triste Figura está sumido en estas dudas, Sancho, desandando el camino de los últimos capítulos a lomos de Rocinante, regresa a las inmediaciones de la venta donde había sido manteado. Encuentro casual Del lugar salen en ese momento dos personajes que lo distinguen en la distancia, y que no son otros que el cura y el barbero pirómanos. Enseguida lo reconocen, y lo abordan pidiendo noticias de su amo. El escudero discretamente niega la información, que a un caballero que se duele de amores entre los riscos, hay que guardarle secreto casi como de confesión. Insisten los incendiarios en sonsacarle y Sancho se resiste siete segundos. Luego ya lo larga todo. Quiere enseñarles la carta que lleva celosamente hacia la viril destinataria, como un Miguel Strogoff manchego, pero al rebuscar entre sus ropas y sus carnes (abundantes, por cierto), descubre que no la trae consigo. Sancho se quiere morir del disgusto y se tira de las barbas y se arrea golpes en sus propias mejillas con tal violencia que consigue hacerse sangre, el muy animal. Pero cura y barbero lo consuelan y le piden que reconstruya la carta de memoria, que lo del pagaré ya se lo recordarán más adelante a don Quijote. Y así el señor Panza recita como puede la epístola y explica de qué manera su señor una vez recibida respuesta de la novia, se hará rey o emperador y a él lo casará (una vez viudo) con una rica doncella de la emperatriz. A la vista de la demencia contagiada a Sancho, esta pintoresca pareja de benefactores decide intervenir. ¿Cómo? Atención obispos: el cura se va a disfrazar de mujer y va a pedir socorro al caballero para volverlo a traer a su hacienda. No dice si después se irá a concierto de Carlinhos Brown.

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