Voz hermosa, mal acompañante
Ana Castillo y Emilio Bayón ofrecieron un irregular recital en el segundo acto del Festival de Música Española
Lo cierto es que habíamos puesto todas nuestras esperanzas en este recital de músicos leoneses, porque tanto a Ana como a Emilio ya habíamos tenido la oportunidad de oírles en diferentes ocasiones con excelentes resultados, aunque la decepción en lo que respecta al pianista ha sido enorme. Mientras Ana continúa progresando en su carrera, con una voz que sin ser extensa sí tiene el registro, el color y la potencia suficientes para el repertorio elegido, Emilio sin embargo estuvo totalmente desdibujado. Desconozco el tiempo que han dedicado a los ensayos, pero a lo largo de todo el recital se ha advertido una falta de sincronismo, de empaste y de concentración, inusuales en un pianista de su trayectoria. Varias notas mal pisadas en Escolher noivo , de E. Halffter, un total descalabro en el Barberillo de Lavapiés de Barbieri en la segunda parte, donde cada intérprete se fue ad libitum por donde Dios les dio a entender, además de burdas equivocaciones que le obligaron a repetir un breve pasaje para entrar en onda y concluir con una de las versiones más nefandas de la Fantasía bética que quien escribe ha podido escuchar, fueron algunas de las poco afortunadas intervenciones que tuvo a lo largo de la noche. Independientemente del resultado, hay algo que para un profesional como él debería cuidar al máximo, y es que las intervenciones en solitario son algo que se debe tener muy preparadas, y desde luego esa Fantasía bética se convirtió en un insulto a la audiencia. Aparte de ser una obra de muy difícil ejecutoria, el solista debe otorgarle algo más que leer las notas -mal en este caso-, e insuflarle un poco de su cosecha y sobre todo inspiración, comunicatividad y afinación, de lo que careció en todo momento. Y lo que ya no tiene demasiada disculpa es que en un recital como éste, donde la voz es la protagonista, se dediquen quince minutos seguidos torturando con una misma obra al respetable y además hacerlo tan mal. Pasando al terreno vocal, señalar que Ana Castillo, redondeó un recital a su medida. Dejando aparte lo apuntado arriba, sus intervenciones estuvieron llenas de sutilezas, entrega y comunicatividad. Aunque todavía se advierten leves inseguridades en la voz, sus progresos son notorios y sirvió cada una de sus romanzas y canciones con elegancia, buen gusto y sobre todo con una voz que se ciñó a cada pieza como anillo al dedo. Un poco más de intencionalidad en Las hijas de Zebedeo , de intimismo en el fado de Halffter y de énfasis en La Maja de Granados, hubiera sido magnífico, pero lo que escuchamos, en general, fue bueno y en algunos momentos excelente. Así pues, una demostración del buen camino elegido por Ana María Castillo.