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Publicado por
León

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«(...)La hora, el tiempo, la soledad, la voz y la destreza del que cantaba causaron admiración y contento en los dos oyentes, los cuales se estuvieron quedos, esperando si alguna otra cosa oían; pero viendo que duraba algún tanto el silencio, determinaron salir a buscar al músico que con tan buena voz cantaba. Y queriéndolo poner en efecto, hizo la misma voz que no se moviesen, la cual llegó de nuevo a sus oídos, cantando este soneto: El canto se acabó con un profundo suspiro, y los dos, con atención, volviero a esperar sin más si cantaba; pero viendo que la música se había vuelto en sollozos y en lastimeros ayes, acordaron saber quién era el triste, tan extremado en la voz como doloroso en los gemidos; y no anduvieron mucho, cuando, al volver de una punta de una peña, vieron a un hombre del mismo talle y figura que Sancho Panza les había pintado cuando les contó el cuento de Cardenio; el cual hombre, cuando los vio, sin sobresaltarse, estuvo quedo, con la cabeza inclinada, a guisa de hombre pensativo, sin alzar los ojos a mirarlos más que la primera vez, cuando de improviso llegaron. El cura, que era hombre bien hablado, como el que ya tenía noticia de su desgracia, pues por las señas le había conocido, se llegó a él, y con breves aunque muy discretas razones le rogó y persuadió de que aquella tan miserable vida dejase, porque allí no la perdiese, que era la desdicha mayor de las desdichas».

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