La ilusión como motor del arte
El pintor Antonio López y el escultor Julio López defienden la importancia del reconocimiento social para mantenerse en «un trabajo como otro cualquiera»
Antonio López es serio. Con cara de despistado y el desaliño propio del artista conversa con Julio López, con el que ha compartido la tarea de impartir un curso de pintura y escultura «a cuatro manos» en la sede de El Escorial de la Universidad Complutense. No es la primera vez que trabajan juntos. Ya colaboraron en la creación de la escultura monumental de los Reyes en el Convento de San Benito de Valladolid. «En el pasado la colaboración de artistas era fructífera, se añadían talentos. Ahora es un desafío porque se vive en una idea de personalidad muy acusada», comenta Julio de aquella experiencia que fue para Antonio López un acto «tremendo de generosidad». Pero ahora el caso es distinto. Cada uno guía a sus alumnos para encontrar las vías de expresión artísticas individuales a partir de un poso colectivo. «Intervienen más el compartir conceptos que las enseñanzas de la técnica de la cultura y escultura», dice Antonio López sobre el taller que imparte que le sirve como «enlace con el mundo». «Es una prolongación del estudio, el pintor pasa mucho tiempo solo y me gusta salir de ese estudio, compartir cosas, sentir las dudas de otra gente, sus incertidumbres... Es como una reunión de pintores», comenta el artista. La soledad de la creación De esa reunión surgen elementos positivos que los artistas echan de menos en la soledad de la creación. «Me gusta coger un cierto impulso juvenil», dice Julio López, aunque en ocasiones lo considera algo «perturbador». Y es que este escultor vive con preocupación el momento «exhibicionista y reivindicativo» que atraviesa el arte en la actualidad. Hay, para Julio López, un espíritu crítico en la sociedad que pone en cuestión muchos valores y esto «parece que llena el alma de la obra de arte», asegura. Sin embargo, para el escultor lo fundamental es que la obra trascienda ese nivel mundano «el arte tiene que estar por encima y producir un encanto superior». Para Antonio López, sin embargo, lo importante es poder convivir con esas nuevas manifestaciones que le llevan a estar algo «desafinado» por no comprender determinados estilos y «modernidades». Se compara Antonio con los expresionistas, «los que llegaron a viejos tuvieron que sorprenderse mucho con las nuevas manifestaciones artísticas de principios del siglo XX». Pero sin embargo, el pintor recuerda que todos siguieron pintando «lo importante es la ilusión». Precisamente es la ilusión el motor de creación de estos dos artistas. Tanto que incluso en la obra por encargo debe estar presente en alto grado «pretendo en ocasiones que el encargo sea tan entusiasmante como una obra personal», dice Julio López. Para su compañero hay además otro factor clave: «pintar tiene que ser siempre una fuente de placer. Eso es fundamental y después queda algo igualmente importante que es la respuesta positiva de la sociedad». Si confluyen estos dos factores la vida creativa del artista puede «seguir hasta que ya no puedas más». Obstáculos La respuesta de la sociedad a las obras, fruto de la creatividad, es un apoyo que ambos consideran «esencial para conservar las ganas y la ilusión». «La sociedad te va marcando, si la sociedad te da la espalda entonces no tienes más remedio que callar», argumenta Antonio López. No hay que olvidar, dice, que pintar es «un trabajo como otro cualquiera» y si el público te da la espalda las consecuencias son siempre negativas. «Van Gogh se pegó un tiro por eso», dice el pintor que, aunque sabe que la unanimidad de criterios es imposible de conseguir sí necesita «al menos un sector que te apoye y esté de tu parte». Tiempo de vacas flacas Todos los artistas han sentido en algún momento la flaqueza del apoyo popular y eso ha llevado a muchos a perder el entusiasmo por un trabajo que precisa del empuje anímico más absoluto porque, como dice Antonio, «nadie pinta por pintar». Cuando se da el caso en que el artista pierde las ganas cada uno «lo supera como puede», añade el pintor. Por su parte Julio López recuerda que además de la respuesta del público, es importante que no se agoten las vías propias de penetración en el arte. «Algunos han abandonado con unas aptitudes excepcionales, a edades tempranas y con una obra sorprendentemente madura porque ya no tenían nada que decir», puntualiza el escultor aunque matiza con ironía: «hay otros que mejor sería que le hubieran hecho caso a ese imperativo y lo hubieran dejado porque producen ya rutinariamente, sin ilusión y sin trabajo creativo». Estos dos artistas cuentan con una muy ata experiencia y ponen siempre ilusión, entusiasmo y conocimientos propios para sus creaciones artísticas. Antonio y Julio López esperan que nunca les falte el apoyo de sus fieles seguidores y así seguir creando simplemente arte.