Los cuatro siglos de la Pícara Justina
Considerada una de las obras cumbre de la literatura leonesa, y atribuida a fray Andrés Pérez, ha caído en el olvido
León en este año ha estado poblado de celebraciones de centenarios: el décimo de la muerte de San Froilán, el quinto de la aparición de la Virgen del Camino el cuarto de la publicación de la primera parte del Quijote, del que se ha hablado a bombo y platillo y con razón. De la aparición del Libro de entretenimiento de la Pícara Justina, ni palabra. Se publicó también en 1605. El libro debería ser de imprescindible lectura para los leoneses, quienes deberían conocer los cuatro libros refrentes a ellos: La Pícara Justina, Fray Gerundio de Campazas, El señor de Bembibre y La esfinge maragata. La lectura de la Pícara Justina es pesada. Tampoco el Quijote se lee como las novelas policíacas modernas o las revistas del corazón. Literariamente la Pícara Justina es enrevesada, pero en cuanto a historia, geografía, costumbrismo y más aspectos es importante y, desde el punto de vista leonés, imprescindible. No es óbice para la lectura el que todavía sigamos discutiendo sobre el verdadero autor de la novela. Hay quienes han afirmado que fue el toledano Francisco López de Úbeda, con cuyo seudónimo apareció el libro en 1605. Pero no hay razones de peso para afirmarlo. También hay queines afirman que fue el fraile dominico leonés fray Andrés Pérez. Parece que esta tésis tiene más fundamento, aunque sin argumentos decisivos. Lo que sí es cierto es que la novela es un pozo y un arsenal de aspectos sobre historia, geografía, carácter y otros aspectos no sólo de León ciudad, sino también de la comarca y de la diócesis de entonces. En la novela se alude a ese ámbito y se sobrepasa. El autor conoce la geografía e incluso la topografía del ámbito al que se refiere. No sólo porque afirme que la Pícara es de Mansilla, que supadre es del Castillo de Luna y su madre de Cea y que sus abuelos paternos eran trileros de la tierra y los maternos tamborileros de Plasencia. Eso lo dice con la intención de hacer chiste. Lo impresionante es el conocimiento y la exposición de la geografía, de la psicología y hasta de la etopeya de las tierras y gentes a que se refiere. No es sólo la ciudad de León de entonces la que el autor hace pasar ante nuestros ojos como en pantalla: Puentecastro, Santa Ana, San Lázaro, calle de Santa Cruz, Plaza del Pan y la Catedral, a la que dedica piropos tan elogiosos como pocos. También cita la Rúa, la calle de la Herrería, el palacio de los Guzmanes, el monasterio de San Isidoro, la calle de Renueva, San marcos, con su monasterio y su puente, y después el mal camino hasta la explanada de La Virgen del Camino. León por los cuatro puntos cardinales. Pero es que además también sabe de Tierra de Campos, a los que llama campeones, de la Ribera, del Páramo, de la montaña... La pintura de escenas y retratos y caracterizaciones, sobre todo los referidos a León y a los leoneses, son dignos de consideración. Con estos apuntes y por bastantes más que me he reservado no se puede pasar sin hablar del cuarto centenario del libro de la Pícara Justina en este año de centenarios en León.