«Lo peor que hizo la censura fue meter un censor dentro de nosotros», asegura el literato
Ángel González: «El arte aún sigue siendo eficaz para cambiar el mundo»
El también poeta Luis García Montero glosa en El Escorial la trayectoria literaria del autor ovetense
«El personaje poético sobre el que escribo vive en mi misma casa, se parece mucho a mí». Ángel González ha dedicado toda una vida a la poesía. En 1956, Áspero mundo ganó el accésit del premio Adonais, lo que supuso la publicación de su primera obra. Desde entonces una lucha constante, una rebelión poética realizada desde la contracultura a la oficialidad del franquismo. Cincuenta años trabajando en el «ruido del poema», elaborando el lenguaje para que parezca espontáneo, cantando al urbanismo, al erotismo o a la libertad. Junto a él otro poeta. Treinta años más joven, aunque también referente de su generación, Luis García Montero, dialoga con González sobre su trayectoria literaria en el curso Tiempo de respuestas organizado por la Universidad Complutense en El Escorial. Se conocen muy bien, personal y literariamente. «Es fundamental esclarecer la memoria histórica que a menudo está tergiversada, y para ello se pueden evocar algunas claves poéticas de los 50 representadas en este caso por Ángel González», introduce Montero. González, que nació en Oviedo en 1925 en una familia republicana, comenzó a escribir por mimetismo. Pasó unos años apartado, en el campo, recuperándose de una tuberculosis y acompañándose de «pocos pero doctos libros» donde llegó a aprenderse de memoria una antología de Juan Ramón. Leyó a Gerardo Diego, a Lorca, a Alberti y a Neruda. Y lo hizo con tanta insistencia que, como él comenta, «se metieron un poco dentro de mí y empecé a escribir calcos muy torpes de sus lecturas». Así comenzó la vida literaria de un chico de provincias que se hizo maestro en una pequeña aldea, periodista más tarde en La voz de Asturias «para darle salida a mi vocación literaria» y que recaló en Madrid en el Ministerio de Obras Públicas. Allí entra en contacto con el Madrid literario del Café Gijón y conoce a Gabriel Celaya, que es el pionero en establecer la propuesta estética del «lenguaje urbano, hablado y civilizado» antecedente retórico de la poesía del propio González, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma o José Agustín Goytisolo. Generación del 50 Precisamente con estos tres poetas entra en contacto González en 1955, aunque no sin cierta curiosa suspicacia. Instalado en la Ciudad Condal, Aleixandre le recomienda que visite a los poetas de Barcelona. Tras un primer encuentro con los poetas catalanes y debido a la timidez de González, que no abrió la boca en aquella reunión, Goytisolo sospecha que es un policía infiltrado. Finalmente Aleixandre deshace el malentendido y se forja aquí una determinante amistad con los poetas de Barcelona. Todos ellos, junto a José Hierro, Claudio Rodríguez o Francisco Brines forman la Generación del 50. Poesía social sin artificios, realismo, denuncia, rebeldía. González destaca las dificultades que pasaban para burlar la censura. «Lo peor que hizo la censura fue meter un censor dentro de nosotros», argumenta. González sigue creyendo en la eficacia del arte para cambiar el mundo. «No somos los mismos después de ver un gran cuadro o leer un buen poema».