Pandafilando de la fosca vista
En que la falsa princesa Micomicona se inventa una historia de bellacos para que el bueno del caballero abandone los riscos y regrese al hogar Dulcinea o Dorotea
Recordarán ustedes que en la semana pasada el cura Emilio y el barbero Anxo urdieron un plan para conseguir que el Caballero de la Eterna Figura cejase en su determinación de mantenerse emboscado entre los riscos de Sierra Morena, empeñado en fazer fazañas para mayor gloria de su enamorada Dulcinea y aceptase volver mansamente con ellos a la villa de Alba, de la que era natural y vecino, y en la que tenía afición a practicar la ceremonia cabalística conocida como juego del dominio o del dominó. Pues bien, los dos jóvenes penitentes, Cardenio y Dorotea, olvidan de inmediato sus cuitas del exilio y se unen con pasmosa rapidez a la intrigante pareja. La joven se ofrece para hacerse pasar por la princesa Micomicona y pedir ayuda al caballero para matar a un gigente que le anda haciendo la puñeta. La historia que la hermosa Dorotea cuenta es la siguiente: «Como ya se ha dicho, atiende al nombre de princesa Micomicona, del reino africano de Micomicón. Hija de Tinacrio el Sabidor y de la reina Jaramilla, queda pronto huérfana de ambos, no sin antes ser advertida por su padre, que en su tiempo libre practicaba magia de aficionados, del peligro que corre la joven al quedarse sola; que un gigante descomunal, señor de una ínsula vecina, por mal nombre Pandafilando de la Fosca Vista, por el mirar revirado que tenía, planeaba arrebatarle el reino de Micomicón, y que llegado el momento se abstenga de ofrecer resistencia, lo cual acarrearía consecuencias fatales para sus vasallos (aquellos que Sancho quiere esclavizar en tierra de cristianos), sino que deberá dirigirse sin demora al lejano reino de las Españas, donde un caballero andante de nombre don Azote o don Gigote pondría fin a semejante desaguisado. En recompensa por la fazaña, la Micomicona le ofrece su reino y su persona, esta última previo paso por la vicaría. Pero, amigos, el caballero es hombre de una sola mujer, y no está dispuesto a traicionar a su amada. Por tanto rechaza la mano de la impostora a mayor gloria de Dulcinea y grandísimo cabreo de Sancho, que ve volar el ducado de su recompensa. Este increpa a su amo, y aquel le arrea un par de palos, por mentecato. Al poco da a pasar por allí un gitano caballero de asno, y Sancho desde la distancia a la que lo ve venir reconoce de inmediato a su montura, robada en la sierra por Ginés de Pasamonte, y al mismo Ginés disfrazado de lo dicho, en el hombre que la monta. De inmediato se poner a gritar como un descosido, y el bandido decabalga y escapa por pies, pudiendo entonces Sancho recuperar al animal con gran sentimiento. Luego, ya más tranquilos, continúan caballero y escudero hablando de sus cosas. eduardo.riestra@lavoz.es