Diario de León
Publicado por
ENRIQUE RUEDA
León

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FIB 2005. FESTIVAL Internacional de Benicàssim 2005. Perdón. Por un momento sucumbí a la obsesión por las siglas, dando por hecho que todos debemos conocer lo que a otros quizá ni les suene a través de unas pocas letras. Algo muy de nuestro tiempo esto de economizar la información. Y es que esto de las siglas tiene un lejano eco, una impronta semejante, en cierto modo camina en paralelo a lo que quería dejar constancia en estas líneas. Los fans calientan motores haciendo repaso de la discografía más reciente, intercambiando la información más fresca. Todos rivalizan en conocimientos sobre la banda y más si es legendaria y su biografía permite ser un auténtico estudioso del tema. Todo esto permite reafirmarse en las sensaciones del momento, aumenta el deseo colectivo del disfrute común, exalta la mitología de lo que se va a vivir, dispara definitivamente la adrenalina. Sale Robert Smith, algo demacrado, alejado de su estética habitual y propone un repertorio más rockero de lo habitual donde no aparecen los ambientes oscuros y siniestros que han definido las claves de los Cure. A la gente se le atraganta las ganas de romper a saltar como locos. Esperan la complicidad del artista, que no les falle, ha sido mucha espera y muchos kilómetros para que ahora el repertorio resulte fallido. Sucede entre estos mitos que parece que el tocar los temas conocidos, deleitar a los suyos con aquello que más demandan devalúa su imagen, los arranca de su pedestal y dejaría de desafiar al imaginario colectivo que han creado cuando las cosas son más bien al contrario. De acuerdo que se escucharon algunas canciones clásicas ( Just like Heaven o Boys don't cry, y ¡cómo se vivieron!) pero eso no evitó que los comentarios generales al abandonar el escenario y los días siguientes del festival fueran de decepción por lo poco que el grupo dejó que se disfrutase de su actuación. Es innecesaria esa falta de empatía, ese ponerse «estupendos» cuando se puede detectar en el ambiente que la más mínima alusión a lo que todos esperan pone al público en los brazos de quien detenta el poder del micrófono. Al final lo mejor, lo que queda para el recuerdo, los únicos rescoldos auténticos son las ganas de disfrutar de la gente, la ilusión por vivir la experiencia de la música en común, el deseo de pasarlo bien aunque en ocasiones, y sólo en ocasiones, afortunadamente, los protagonistas no acompañan.

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