Antonio Gárate cuenta la historia de dos hermanos «sedientos de amor»
«Un año en la luna» explora los límites entre el sexo y la amistad
Begoña Maestre, Jorge Monje y Elena Ballesteros, actores de una película que se estrena el día 2
El realizador navarro Antonio Gárate estrenará el próximo 2 de septiembre su película Un año en la luna , un filme con Madrid como escenario de fondo, en el que explora los límites entre la amistad y el sexo de una manera «muy personal», según explicó ayer en rueda de prensa. Gárate, que tiene en su haber el filme Besos y abrazos (1996) y el documental La soledad del cómico (2002), se ha lanzado a la «aventura» con esta tercera experiencia algo atípica y grabada en betacam digital. «Siempre hay que hacer trabajos llenos de intención y, en este caso, lo que hemos querido es construir una historia nítida, limpia y al servicio de los actores», dijo. Begoña Maestre, Jorge Monje, Elena Ballesteros, Alberto Jiménez, Victoria Freire, Armando del Río y Carlos Martínez dan cuerpo a esta película que ha huido de los exteriores («ya han eso muy bien Trueba o Almodóvar», señaló el realizador navarro) para meterse de lleno en unos «espacios íntimos, de habitaciones con colchones en el suelo» en la que los espejos y las imágenes reflejadas ayudan a contar y componer a partir de los rostros de los actores. Melodrama «cool» Gárate expuso también su intención, desde el principio, de no caer en «la comedia golfa» sino de conseguir realizar un «melodrama un poco cool ». El director de la película agregó que Un año en la luna tiene bastante de autobiográfico y que retrata «un mundo de lobos esteparios, de gente joven que se mueve por su cuenta». El bar, algo muy madrileño, «es como un pequeño universo que representa un universo más amplio y en el que se dan cita varios de los personajes para desarrollar sus historias», continúa el cineasta, que escogió el café madrileño Mendocino para vivificar el Bar Luna. El guión, de Roberto Goñi, que parte de la historia de dos hermanos sedientos de cariño, se rodea de algunos elementos costumbristas. Dos años y medio ha costado la producción de este filme que se rodó en tan sólo un mes por cuestiones presupuestarias (500.000 euros ha costado). Incluso se ha jugado con tomas falsas para aportar «ritmo y frescura» a esta cinta, según señaló el realizador.