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Artista iraní

«Siempre he querido encontrar una imagen que propague voz en el silencio»

Desde mañana y durante los próximos cuatro meses, el Musac acoge la obra de la iraní Shrin Neshat, una de las artistas más comprometidas del momento

Shrin Neshat ante una de las obras de la exposición «The last word»

León

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Lo primero que llama la atención de Shrin Neshat es su aparente fragilidad; sólo aparente porque esta artista, a caballo entre Nueva York y Teherán, ha heredado la fuerza de una civilización milenaria para derramarla en unas creaciones, que destilan una fuerza brutal y una belleza descomunal. La cara y la cruz de una cultura legendaria que lucha por imponer el misticismo de los poetas sufíes sobre la intolerancia de los ayatolás. Shrin Neshat se sirve del velo para descubrir toda la riqueza de las mujeres persas. -El título de su exposición es «The last word»; ¿Es ésta la última palabra que usted tiene que decir acerca de su país? - Ese nombre fue elegido por el comisario, Octavio Zayas, pero en cierto sentido, para mí, se trata de lo que yo tengo que decir al gobierno de mi país. Durante muchos años, intenté regresar y veía este regreso desde el romanticismo. Sin embargo, la situación fue haciéndose cada vez peor, con lo que el retorno tomó un carácter metafórico. -¿Cómo se siente siendo en cierto sentido una apátrida? -Me siento muy iraní, mi vida en Nueva York es muy iraní y creo que he aceptado el hecho de no poder estar físicamente en Irán. Sé que no tengo un hogar, pero la obsesión por ese hogar perdido forma parte de mi obra. -En cierto sentido, todos los artistas son apátridas...-Si, porque los artistas viven en su arte. Lo mismo me ocurre a mí. Mi trabajo es para todos, no sólo para los iraníes. Los mejores artistas viven fuera del tiempo y de un lugar determinado, aunque eso sea doloroso. Cuando estoy en Irán no me siento en casa porque he ido cambiando y necesito mi libertad, aunque eso suponga estar alejada de mi cultura. Cuando no perteneces a ningún lugar puedes rechazar y coger lo que quieres. -¿Considera que las mujeres iraníes conocen y comprenden su obra? -Hay que tener en cuenta que las mujeres iraníes no van a los museos o al cine, con lo que no tienen una imagen real de lo que hago, pero las que lo conocen aprecian que ponga el dedo sobre la llaga. -Su obra enlaza con la tradición de los poetas sufíes -Eso espero. Los occidentales tienden a ver tan sólo la cara política del Islam y, sin embargo, la cara más pura es la que hace referencia al misticismo. En cierto sentido, mi trabajo es una fusión entre el sufismo y la situación política que se vive en mi país. Son dos caras, pero la que de verdad es profunda es la primera; nosotros siempre nos hemos relacionado con el mundo a través de un misticismo abismal. -Y, sin embargo, desde Occidente sólo se ve a los ayatolás... -Si, es trágico, pero ese divorcio también se produce entre los políticos y la gente. El Islam de los ayatolás no es auténtico. Además, nosotros no somos árabes, y ese es uno de los mayores errores que se cometen desde occidente. Somos un país con una poesía, una arquitectura y un arte milenarios y, sin embargo, todo se simplifica, llevando la anécdota a categoría, lo que supone un reduccionismo intelectual ridículo. A eso hay que unir el sufrimiento de los iraníes desde el día de la revolución. -¿Cree posible una nueva revolución? -No creo. La gente está demasiado cansada, en Irán rige la desesperanza. Siempre se espera un líder que les salve, pero los líderes han resultado infecundos. Es pronto para decirlo, pero creo que todo va en la dirección contraria porque el gobierno se ha encargado de acabar con todos los grupos opositores. -Una de las obras que más me ha llamado la atención ha sido una que recuerda a «Ophelia», de John Everett Millais. -En realidad, se trata de una interpretación del mito persa de Tooba, según el cual una mujer decidió convertirse en árbol para poder tener hijos sin estar con hombres. Los árboles dan frutos y pueden alimentar. En mi cuadro represento el inicio de la metamorfosis, el momento en el que ella decide dejar atrás su cuerpo femenino y formar parte de la naturaleza. -Muy simbólico y al tiempo actual ¿no le parece? -Si, desde luego. Además, se trata de un mito que existe en la mayoría de las culturas. La Virgen de Guadalupe, por ejemplo, es representada a menudo dentro del árbol de la vida, o Mirra, la madre de Adonis en la mitología griega. -Me he dado cuenta de que cuando asocia la mujer a la maternidad utiliza el color. -Si, sobre todo el amarillo, que para mi tienen un sentido especial. En el video de la imagen que me comentaba, los niños aparecen representados con ese color. -En sus obras las mujeres parecen mudas pero tienen tal fuerza que parecen decir mil cosas -Siempre he tratado de lograr una imagen a través de la cual poder hallar la voz dentro del silencio. Mire, estas mujeres son poderosísimas, no sabe hasta que punto. Es todo lo contrario a lo que se piensa en Occidente. Fíjese, es cierto que existe una gran opresión en Irán, pero a pesar de todo, sus mujeres no son víctimas. De algún modo, es lo que traté de expresar en el vídeo que da nombre a la exposición. Representa a una artista que está en el exilio y que se ha enfrentado en más de una ocasión a la cárcel. En la película, ella tiene que enfrentarse de nuevo al juicio y a la condena, pero consigue superarlo a través de la imaginación. -¿Cómo ha cambiado su trabajo con el tiempo? -En un primer momento, mis obras miraban más hacia el exterior; en la última época he tratado de lograr que sea más intimista, de que se vuelva hacia el interior. Quiero entrar en la mente y el alma de los personajes que pueblan mi obra. Tal vez por eso las imágenes son tan emocionales, porque trato de conmover a la gente, de llevarla a las lágrimas y, al tiempo, -como se consigue con la gran poesía- de aportar esperanza. -¿Qué diferencias hay entre el espectador occidental y el oriental? -La diferencia es abismal según se trate de público musulmán o cristiano, aunque es cierto que cada persona se enfrenta a una obra de arte de manera diferente. Para ustedes, los temas resultan extraños, sobre todo porque la traducción de alguna de las iconografías no es fácil. Con la traducción se pierden muchas cosas, pero al tiempo cada uno hace su lectura y eso también resulta válido. En cambio, los musulmanes lo ven desde una posición mucho más rígida porque no pueden separarse de la iconografía en la que han nacido, con lo que su juicio es mucho más fuerte. Lugar: Musac. Salas 4, 5 y 6. Horario: Sábado desde las 17.00 .