Diario de León

Guays, flipantes y rallados...

A los adolescentes no les gusta destacar por el lenguaje y aseguran utilizar distintos registros según con quién hablen. Los profesores opinan que su vocabulario es pobre

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Camilo Franco - león
León

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Tienen alrededor de catorce años y acaban de estrenar su participacion en cuarto curso de la ESO. No se dejan intimidar mucho por los adultos ni por la autoridad lingüística de los académicos. Si les preguntan si su vocabulario es reducido o primario su respuesta es básica: no. Sin embargo, los profesores no comparten esta opinión. En el aula el mapamundi está cabeza abajo pero no es una advertencia, es una tradición del curso anterior. Los alumnos, aunque admiten que el lenguaje no es su fuerte, se consideran mas capaces para la comunicación verbal de lo que dice el tópico. Los profesores aseguran que el lenguaje que utilizan los alumnos se está empobreciendo mucho, sobre todo cuando tienen que escribir un texto de cierta extensión o argumentar con precisión una idea. Para los alumnos la clave no cae tanto del lado de la pobreza léxica como del lado de la circunstancia. Admiten que su forma de hablar cambia en función de con quién hablan: con sus familias lo hacen de una manera, y con sus compañeros, de otra. Les gusta el lenguaje entre compañeros y aceptan que puede ser el más básico de todos. También reconocen con cierta desgana que no les gusta destacar entre ellos por el empleo de palabras que no sean de uso común, que no estén de moda o que suenen a una cierta formación cultural por encima de la media. Ahorro de palabras Los alumnos aseguran que el lenguaje abreviado de los mensajes SMS tiene más influencia sobre ellos que la televisión. La diferencia, tal como lo hablan, es que de la tele llegan frases hechas: «¿Que pasa neng...?» o «Pues va a ser que no» y «Un poquito de por favor». Frases que acaban convirtiéndose en reiteradas coletillas que los jóvenes repiten hasta la saciedad. Algunos de ellos acaban escribiendo en los exámenes como si estuvieran contestando a un amigo a través de un SMS. Un lenguaje cargado de abreviaturas. Es la economía del lenguaje llevada a su máximo extremo. Si les dieran a elegir, los alumnos también preferirían poder usar el lenguaje SMS en todo lo que tuvieran que escribir: «Ahorramos muchas letras y decimos lo mismo». La mayoría están de acuerdo: «Sería mucho más divertido hacer así los exámenes».

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