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AYER fue un día duro para los seguidores del dos y del cuatro ruedas, que prefieren la emoción de la incertidumbre a un diferido del que ya se conoce el resultado a priori y el espectáculo queda muy light (que eso hizo La Primera a media mañana). Fue duro porque a las 03.00 de la madrugada tenían por La Primera el GP de Australia de motociclismo y cuatro horas después el GP de China de automovilismo. Una noche en vela que finalmente compensó a la vista del resultado: Pedrosa campeón de 250 cc y Alonso vencedor de la carrera además de dar a Renault el premio de constructores. Con estas despedidas, el deporte motorizado de elite se toma un respiro y también la audiencia que está menos por la labor, esa que no acaba de cogerle el tranquillo a ver como un vehículo da vueltas y más vueltas a un circuito, cuando en su opinión basta con seguir la última vuelta para conocer al ganador. La simpleza lo es menos si se considera la dictadura televisiva impuesta por fútbol, automovilismo y motociclismo sobre el resto de deportes en donde pesa menos el dinero y más el esfuerzo físico junto a unas considerables dosis de altruismo, nunca correspondidas por la televisión y el share. Pedrosa y Alonso merecen admiración por sus triunfos, pero hay más campeones, algunos casi anónimos, simplemente porque la tele no mima a sus deportes.