Diario de León
León

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LA VIDA no le ha escarmentado. No hay rencor en su mirada. Ni siquiera el hambre, ese hambre miserable de una guerra que lo fue más, marcó de odio su poesía. Ahora bromea con su estómago. Dice que lo tiene «seminuevo», porque empezó a comer a los cincuenta. Fue cajista de imprenta antes que escritor y mancebo de botica antes que periodista. Mantiene una infatigable lucha contra la intolerancia, contra la estupidez y contra la prepotencia de quienes nos gobiernan. La suya es una voz crítica, mordaz y, sobre todo, inteligente. Desde un pequeño guariche atestado de papeles, que él llama el palomar del sordo -porque el oído, que sepamos, es lo único que le falla-, escribe insancable su columna diaria en este periódico, que nació casi a la par que el cronista de la ciudad. Aunque, querido Victoriano, tu edad sigue siendo un misterio y motivo de disputa en la redacción del periódico. En alguna ocasión has desvelado que la culpa fue de tu padre, que esperó a inscribirte en el registro a que le naciera otro hijo. En fin, algún día, en ese libro de memorias que preparas con afán, desvelarás el secreto. Ayer recibías la noticia de un nuevo premio con esa sonrisa que acostumbras y la certeza de estar de vuelta de agasajos. Quizá porque el mejor premio ya lo tienes: unos lectores tan recalcitrantes como tu prosa. La Diputación, de forma unánime, ha decidido conceder a Victoriano Crémer la Medalla de Oro de la Provincia por su compromiso con León y por su trayectoria. Y la recibe con humildad, como un «estímulo», para continuar trabajando. Felicidades maestro, felicidades compañero...

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