Diario de León
Publicado por
VENANCIO IGLESIAS
León

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HOY se estrena en León W.C., una obra cinematográfica de gran valor que ha tenido poco eco en los medios de comunicación especializados¿ ¿en qué? ¿en la cinematografía que producen los consagrados, los amigos o los parásitos del poder? Estos chicos, Enio Mejía y Pablo Bautista, director mejicano afincado en Madrid e ingeniero leonés reconvertido en productor, se han enfrentado con un asunto en el que los más viejos y sesudos deberían decir: «¡Teneos necios!» Hay que ser sabios y viejos para tratar el gran tema: la vida. Pero ellos lo han hecho y de una manera segura; con la inocencia con que los jóvenes poetas utilizan el lenguaje, sedimento tramposo de la vida social. Eligieron un espacio: el estrechísimo de la desinhibición y la intimidad, el excusado de la habitación de un hotel. Eligieron un grupo de personajes que desfilan ante el espejo. Buscaron las palabras y gestos de la privacidad absoluta y por tanto de la sinceridad absoluta. Y construyeron unas situaciones e imágenes de desasosiego. Los personajes llegan de no se sabe dónde, del turbio río de la vida, se miran unos momentos en el espejo y se nos desvelan ante su ojo impasible. Pero no se entienda esto como toma de conciencia: ningún personaje hace autoexamen en el sentido existencial. El director se ha esforzado en que el diálogo no permita al espectador distanciarse de la pantalla. El espejo no cuenta nada y obliga al espectador a asumir su indiscreción, negándole la posibilidad de contarlo. ¿Contar qué? ¿Que se estuvo fisgando vidas ajenas en un retrete? No. Pero lo que ve y oye es nada, al lado de lo que se le obliga a suponer. Esto es lo extraordinario del poeta de la luz, en el medio sagrado de lo explícito. La crueldad, el cretinismo, la estupidez, la mentira, la hipocresía, la avaricia y el crimen, el infanticidio fortuito, la lujuria y el adulterio, el sexo anónimo y brutal, el voyeurismo, son los asuntos que el espejo refleja, con una frialdad terrible. Ni trasgresión ni provocación. Peor: la vida es ansí -como diría Baroja-. Dios ha muerto. Nos queda el diablo con un altar en el interior. Sin otros medios que su ingenio, el director se impone una ascesis narrativa genial. Fuera exteriores, grúas, helicópteros. Fuera interiores lujosos. Nada de subvenciones que atan políticamente. La cámara no debe relatar, sólo registrar. ¡Clávela al suelo! ¿Colorines? Para Almodóvar. ¿Sentimentalismo? No: Análisis. Vida idiota, ciega, descompuesta en secuencias rotas. ¿Qué se echa en falta? Oh, sí. Un momento de ternura. Pero ¿dónde buscar ese instante en el mundo? Enhorabuena a estos muchachos, aire puro en el aburrido mundo del cine.

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